En este mes de febrero conmemoramos el Día de la Bandera Nacional, el Día del Ejército Mexicano, y recordamos la Decena Trágica y el sacrificio del presidente Madero. Podemos decir que también es un mes de recuerdos y conmemoraciones patrias.
Con la Bandera de Iguala nació al mundo -el 24 de febrero de 1821- otra Nación. Esa fecha feliz se consumía en la hoguera de la historia; habían terminado tres siglos de sumisión colonial. Quedaron atrás el abandono, la lucha entre hermanos, el desencadenamiento de agravios sociales, los resentimientos étnicos, las injusticias humanas, la desunión social, el difícil y dramático proceso que le dio vida al pueblo mexicano.
Desde entonces, la Bandera de Iguala nos ha integrado con lazos afectivos tan fuertes como su dimensión moral. También desde entonces ha sido el símbolo tutelar de nuestras aspiraciones, de nuestros propósitos, de nuestros valores culturales, de nuestra identidad, de la Patria que queremos.
Al ser promulgado El Plan de Iguala, Vicente Guerrero y Agustín de Iturbide adoptaron como bandera la llamada de las Tres Garantías, cuya confección encargaron al sastre José Magdaleno Ocampo. Tenía tres franjas diagonales, quedando los colores en el siguiente orden: la primera, empezando por la parte superior, era blanca y “simbolizaba la pureza de la religión católica, principio activo de unidad nacional”; la segunda franja era verde y “simbolizaba el ideal de independencia política de México, no sólo con relación a España, sino también de toda otra nación”; la tercera era roja y representaba “el ideal de la unión entre los indios, mestizos, criollos y españoles residentes en México y, en general, entre cuantos constituían la población mexicana”. En cada una de las franjas había una estrella, pero no el águila como en los lábaros posteriores. Las estrellas representaban las tres garantías y la voluntad de cumplirlas. Esta bandera fue la que desfiló el 27 de septiembre de 1821 al consumarse la Independencia.
También en estos días estamos recordando, entre otras cosas, la lealtad del Ejército Mexicano a las instituciones de la República. El 9 de febrero de 1913, un grupo de cadetes del Colegio Militar acompañó al presidente Madero del Castillo de Chapultepec, que era la residencia oficial, al Palacio Nacional en un camino luminoso de lealtad y patriotismo. Lamentablemente a los nueve días de ello, es decir, el 22 de febrero, el presidente caía muerto bajo las balas de un traidor. Con ese episodio sangriento se daba fin a la Decena Trágica en la ciudad capital.
Es legendaria la lealtad del Colegio Militar. Al término de la Decena Trágica muchos de los integrantes de aquella escolta fueron sometidos por un número grande de oficiales y de tropa en cantidades numéricamente superiores. Una vez apresados se les invitó a unirse a las fuerzas de Victoriano Huerta y ellos se negaron; fueron dados de baja y tuvieron que esconderse, primero del ejército de Huerta y posteriormente de las fuerzas revolucionarias.
El origen de las fuerzas armadas de México data del 19 de febrero de 1913, fecha en la que el XXII Congreso Constitucional Libre, Independiente y Soberano de Coahuila desconoció a Victoriano Huerta y dio facultades al entonces gobernador de la entidad, Venustiano Carranza, para que creara una fuerza armada y de esta forma se restableciera el orden constitucional en el país.
Hoy, en aras de la seguridad nacional y para combatir los delitos contra la salud, el Ejército ha sido enviado a las calles para patrullar, prevenir, detener, asegurar e investigar.
Nuestro ejército actual es la misma y digna fuerza armada creada en 1821 a raíz de la Consumación de la Independencia Nacional; es la misma figura que acompañó a Juárez, a Madero y a Carranza en sus luchas contra las invasiones territoriales y contra las traiciones; es la misma Institución que se esfuerza por salvar las vidas de sus semejantes en caso de desastre, o en luchar a brazo partido contra la siembre de estupefacientes, o en llevar a cabo diversas labores sociales. Pero también se dice que su presencia ha exacerbado la violencia. Lo cierto es que la delincuencia organizada no soporta el sometimiento y se rebela; y esa rebelión ha bañado de sangre al territorio nacional produciendo miles de víctimas, muchísimas de ellas inocentes.
Para actuar con lealtad a la Nación, en recuerdo de la memorable Gesta Histórica de 1913, el Ejército Mexicano debe actuar para preservar las instituciones surgidas de la voluntad de los mexicanos. Debe ser un ejército de paz con dignidad, para la libertad con democracia, y para la justicia con garantías y obligaciones. El pueblo de México, por décadas, ha visto a su ejército como una institución seria y confiable; que sabe bien para qué sirve y qué puede esperar de él, que sabe cuándo utilizarlo y cómo juzgar sus funciones porque lo conoce y lo reconoce. El Ejército Nacional siempre deberá ser la última instancia, siempre.