Los familiares de las 29 víctimas de la matanza sin precedentes del fin de semana en Tailandia celebraron este lunes el funeral de sus seres queridos, en tanto se multiplicaban los interrogantes sobre la personalidad del asesino, un joven soldado, y las circunstancias del hecho.
Familias en lágrimas y con retratos de sus parientes fallecidos llegaron a la morgue de Nakhon Ratchasima, una ciudad situada a 250 kilómetros al noreste de Bangkok, escenario de la matanza, constataron periodistas.
En total, 29 personas murieron y unas cuarenta resultaron heridas el sábado a manos de un oficial subalterno durante un sangriento recorrido de 17 horas en una base militar y un centro comercial muy concurrido donde fue finalmente abatido.
No sé que voy a hacer», relató Udom Prapotsang, cuyo nieto, un soldado, murió en la base militar.
Mi bisnieto de cuatro años no deja de preguntarme por qué no puede llamar a su padre», contó.
De camino al centro comercial, tras haberse hecho con varias armas, el atacante pasó por un templo budista, donde este lunes se podían apreciar restos de sangre y agujeros de bala.
Narissara Chotklang, una farmacéutica de 52 años, fue una de las nueve personas que murieron allí.
Su funeral se celebró este lunes a unos cuantos kilómetros de allí, donde cientos de personas rociaban con agua una guirnalda de jazmines colocada delicadamente sobre su mano.
En el exterior del centro comercial en el que terminó su periplo el agresor, se colocaron decenas de flores y mensajes de condolencias.
Reposa en paz Korat, no olvidaremos», rezaba una nota.
Una de las sobrevivientes, Partiya Aree, de 29 años, explicó que pudo observar los movimientos del atacante por un monitor del circuito de cámaras de vigilancia de la tienda en la que se escondió, dentro del centro comercial.
El agresor «llevaba una pistola, miraba a izquierda y derecha constantemente», declaró Partiya, que, como las 21 personas con las que estaba, desactivó la localización de su celular para evitar que el atacante los encontrara.
Su grupo logró escapar horas después, escoltados por la policía. Otros no tuvieron tanta suerte.
Un monje, con el tradicional hábito color naranja, organizó una oración este lunes en el lugar donde el soldado Jakrapanth Thomma mató a un ingeniero de 25 años en su auto.
Mi hijo acababa de terminar su trabajo y había venido a hacer las compras. Jamás imaginé que lo perdería tan pronto», sollozaba Witoon, de rodillas, con las manos unidas. A su lado se encontraba una decena de personas, algunas con inciensos.
El asesino habría actuado a raíz de una deuda por un diferendo inmobiliario, según las autoridades. Pero aún hay muchas preguntas en torno a su personalidad.
No tenía una «mala hoja de servicios», afirmó el portavoz del ejército, el coronel Winthai Suvaree.
La única certeza hasta el momento es que el joven de 31 años era un apasionado de las redes sociales. Se ocupó con detalle de la difusión de la matanza en Facebook, publicando en su cuenta, cerrada tras el raid, videos y fotos suyas así como mensajes donde decía «¿debo rendirme?» o «Nadie escapa a la muerte».
¿Pero cómo pudo conseguir una ametralladora M60, un fusil de asalto y cientos de cartuchos de municiones?
Según el primer ministro tailandés, Prayut-Chan-O-Cha, no hubo negligencia.
No dejamos el depósito sin vigilancia. Teníamos gente que lo custodiaba», aseguró.
La ciudad de Nakhon Ratchasima, conocida también con el nombre de Korat, alberga uno de los cuarteles más grandes de Tailandia, donde el ejército está muy implicado en la sociedad y la política.
Entre 6 y 10 millones de armas de fuego circulan en el país, muchas de ellas no registradas, y los homicidios por esta vía son muy frecuentes.
Sin embargo, es muy poco habitual que un militar ataque a civiles.
Fuente: Excélsior