En un correo electrónico enviado hace algunos días a 270 abogados a quien supervisa, Nicola T. Hanna, el Fiscal de Los Ángeles mandó un mensaje de tranquilidad: estoy orgullo de ustedes, les dijo.

Otros fiscales del Departamento de Justicia en 93 oficinas enviaron mensajes similares de motivación, luego de los esfuerzos del Presidente Donald Trump para influir en un caso político que consternó al Departamento de una manera solamente vista en la era del Watergate.

«Todo lo que tengo que decir», escribió otro Fiscal a su equipo, «es que sigan haciendo las cosas correctas por las razones correctas».

Pero el hecho de que se necesitara mostrar apoyo y mensajes de tranquilidad a 10 mil abogados es visto como un problema en sí mismo.

En más de treinta entrevistas de días pasados, abogados del Gobierno federal se cuestionaron si Trump estaba socavando la reputación del departamento de Justicia por intervenir al margen de la ley en casos políticos.

Se preguntaron también si el Fiscal General, William Barr, lo permitiría.

Trump causó estos temores al denunciar a fiscales federales que habían recomendado una sentencia de prisión de hasta nueve años para su amigo y asesor Roger Stone.

Barr también avivó los temores al descartar la recomendación de los fiscales y proponer una más ligera, lo que llevó a los fiscales a dejar el caso en signo de protesta.

Después, Barr llevó el tema a televisión nacional cuando se quejó sobre los tuits del Presidente contra el Departamento de Justicia.

Afirmó en una entrevista que las criticas de Trump les quitaban credibilidad.

Para alguno abogados y exabogados esto es una muestra que la libertad y autonomía del Departamento está en riesgo de una una inminente influencia política.

Algunos, por su parte, alabaron a Barr por presuntamente hacerle frente al Presidente.

«Gracias a Dios», dijo un abogado.

«Me estaba enojando mucho sobre la sentencia, pero realmente admiró que le dijera a trump que se callara».

Otros más cuestionaron la sinceridad del Fiscal general, argumentando que ya estaba alineado con las prioridades políticas de Trump y que sus palabras no tenían valor.

Uno de ellos dijo que Barr sólo se beneficiaba a sí mismo, y que hablaba sólo cuando creía que su credibilidad estaba en juego.