Cuando se habla de los entrenadores que serán el futuro National Football League, uno de los primeros en mencionarse es Sean McVay, mandamás de Los Angeles Rams, a quienes lideró desde los controles al Super Bowl LIII el año anterior. Para la nueva edición del juego por el campeonato, otro dirigente de corta edad, y con un futuro que acrecienta cada vez más las expectativas, aparecerá en las laterales. Se trata de Kyle Shanahan, quien sostiene la batuta cuando San Francisco interpreta la cuadragésima novena sinfonía en el terreno de juego.
Al salir al emparrillado todos los equipos de esta liga tienen por fin común ganar partidos, pero no todos ejecutan para llevar a cabo su objetivo. Uno de los equipos que lo ha puesto en práctica en la temporada del centenario son los Niners.
Teniendo detrás del centro a Jimmy Garoppolo, que no alcanza la etiqueta de quarterback de élite y se le perfila mayormente como un game manager, Shanahan, quien había demostrado anteriormente su predilección por el ataque aéreo en años anteriores, ha optado por balancear su esquema ofensivo, adaptándolo y usando como base a un tridente capaz de hacer daño a cualquier defensa.
«No jugué en la línea ofensiva mientras crecía, así que cuando me hice entrenador todo lo que quería hacer era lanzar el balón. Inclinas tu juego de esa manera, pero entre más lo haces te das cuenta de que no importa qué tan asombrosos pases puedes hacer, tienes que proteger el ovoide. No puedes dejar toda la presión sobre el quarterback. Y lo que lo hace mucho más fácil es ser capaz de correr el balón. El ataque terrestre le quita la presión a todo mundo y pone la presión sobre la defensa», citó Jerry Brewer a Shanahan en su columna para The Washington Post.
En la lógica de Shanahan, Jimmy G es complemento de Raheem Mostert, Tevin Coleman y Matt Breida, y no al revés. En la más reciente campaña, los Niners corrieron el balón en 498 ocasiones y pasaron 478 veces. Una fórmula poco usual en la NFL de hoy en día, pero suficientemente efectiva como para meterse en la contienda por el Vince Lombardi.
Tras dos años batallando con lesiones importantes, el ataque de los Niners finalizó por primera vez en los primeros 10 puestos de la liga. Al ser el segundo mejor equipo en puntos esta campaña (29.9), solo detrás de Baltimore Ravens, los 49ers volvieron al podio en dicho departamento por primera vez desde 2001.
Sin embargo, esta no es la primera ocasión en la que el conjunto de Shanahan culmina la campaña como uno de los mejores cinco equipos con mayor puntuación en la NFL. En 2012, coordinando su ataque, los Redskins finalizaron en la cuarta posición en cuanto a unidades anotadas y en 2016 hizo de Atlanta el equipo de mayor producción, al anotar 33.8 puntos por encuentro. Además, ese año Matt Ryan terminó con el MVP entre sus manos, cuando completó un 69.9% de sus pases para 4,944 yardas, con 38 espirales hasta las diagonales por 7 intercepciones.
En las 12 más recientes campañas de Shanahan, donde coordinó la ofensiva para Houston, Washington, Cleveland y Atlanta y que dirige ahora a San Francisco, el ataque que comanda el partidario del esquema West Coast ha finalizado en siete ocasiones entre los primeros 10 lugares.
En una liga tan competitiva como lo es la NFL, demostrar que se tiene el talento necesario para adaptarse a la evolución del juego resulta crucial para poder mantenerse en ella. Y aunque Kyle se ha visto privilegiado por ser el hijo de Mike Shanahan, el de 40 años ha ido edificando su legado con base en sus aptitudes, que dejan en evidencia la rapidez de aprendizaje de un deporte que requiere de mucha precisión en todo momento. Solamente la aparición en el Súper Domingo de Shanahan en su tercer año con los 49ers es prueba de su capacidad. Una victoria ante los Chiefs del experimentado Andy Reid, el próximo domingo en Miami, cambiaría la narrativa para Shanahan y, por consecuencia, para todo un grupo de entrenadores jóvenes.
Fuente: https://us.as.com/