Alejandro Giammattei ha jurado el cargo como el presidente de Guatemala, el noveno electo en las urnas desde el fin de las dictaduras militares en 1985. La ceremonia tuvo un retraso de cuatro horas, lo que provocó que algunas delegaciones extranjeras, como las de España y Japón, abandonaran la sesión. El mandatario, que cumplirá 54 años en marzo, anunció que sus mejores esfuerzos estarán dirigidos a erradicar las que consideró como las «peores lacras» de Guatemala: la desnutrición infantil, la corrupción. Enfatizó que buscará la recuperación de la institucionalidad en el país centroamericano.
Médico de profesión, Giammattei ofreció hacer del combate a la desnutrición crónica, que afecta a uno de cada dos niños, como una cruzada personal. “Es el gran fracaso de Guatemala”, subrayó. En cuanto al combate a la corrupción, anunció la pronta entrada en vigencia de la Comisión Presidencial Contra la Corrupción, con cero tolerancia para los exfuncionarios que sean encontrados culpables. “Es el segundo gran objetivo de mi gestión”, enfatizó para pedir asesoría y ayuda técnica a los países amigos. “[A los corruptos] se les acabó la fiesta”, dijo y anunció que se capturará a los responsables y se les obligará a devolver el dinero hurtado.
El nuevo presidente guatemalteco anunció que este miércoles presentará al Legislativo una iniciativa de ley para declarar «terroristas» a los pandilleros juveniles, una de sus promesas de campaña. De esta forma el Estado tendrá, según Giammattei, los instrumentos legales para su erradicación y pidió a los presidentes del triángulo norte de Centroamérica a unirse a su propuesta. También prometió que se legislará para brindar un respaldo sólido a la policía, para que sus agentes puedan enfrentar eficazmente a los criminales. El mandatario de Guatemala informó de nuevos programas de educación y empleo para eliminar la falta de oportunidades como la causa última que hace posible el surgimiento de estos grupos.
En el programa de Gobierno esbozado en su discurso, Alejandro Giammattei ofreció un esfuerzo serio por la dignificación de la mujer, los migrantes y hacer una lucha efectiva en pro de los pueblos originarios, para terminar con la discriminación.
Entre los retos que Giammattei enfrenta en el arranque de su gestión es la carencia de un plan de trabajo definido y la ausencia de un equipo de trabajo. “A horas de asumir el mando”, dice a EL PAÍS el sociólogo Héctor Rosada, “Giammattei ni siquiera tenía completo su Gabinete, para subrayar la ausencia de una política de Gobierno. Desconocemos su visión acerca de hacia dónde quiere llevar al país. Cómo y con qué recursos va a enmendar los errores del pasado”. En Guatemala, concluye, hablamos de la pobreza como uno de los grandes problemas de la población, “pero no se habla del empobrecimiento que no es más que una acción política que deja de lado a grandes sectores de la población, a quienes impide superar ese estado. Se generan así las condiciones políticas, sociales y económicas para mantener el statu quo. Ese es el problema de Guatemala”.
“Quiero creer que [Giammattei] tiene la voluntad política para enmendar la deriva errática en que se ha conducido a Guatemala en los últimos años”, comenta el procurador de los derechos humanos, Jordán Rodas. «La gestión de Jimmy Morales [expresidente de Guatemala] nos deja en el fondo del despeñadero y Giammattei está consciente de ello. Espero que, desde el primer momento, dé muestras claras de su disposición a dar un golpe de timón”, agrega.
Para el analista Manfredo Marroquín, de Transparencia Internacional, el panorama es poco alentador. “Muchos de los cuadros que integran el equipo de Giammattei son parte de la misma clase política tradicional. Rodearse de gente reciclada no da lugar a la esperanza”, considera y califica como preocupante que sean oficiales del Ejército, con gran protagonismo durante la guerra, quienes se ocupen de la seguridad ciudadana, algo que contradice los acuerdos de paz. El gran reto de Giammattei, concluye, “será desmantelar a las estructuras mafiosas que se han apoderado del Estado. Mientras esas estructuras que dan cobijo a las mafias permanezcan intactas, nada cambiará. De no haber un golpe de timón drástico, en 90 días el nuevo Gobierno enfrentará un clima de gran agitación social y de ingobernabilidad”.
Sin dejar de lado las evidentes dificultades, el jurista y excanciller Gabriel Orellana, quiere dejar abierta una ventana a la esperanza. “El nuevo Gobierno significa un respiro y un mensaje de optimismo. Una alternativa a la Administración de Jimmy Morales”. Comenta que, como todo Gobierno que arranca, lo hace con ideas frescas, pero reconoce que también el inconveniente de llegar con una serie de personajes cuestionados por la sociedad guatemalteca. Orellana señala que la primera gran tarea de la nueva Administración será recuperar la confianza de la ciudadanía en institucionalidad. “Hereda graves problemas en el respeto al Estado de derecho, inexistente en la Administración de Morales», concluye.
Fuente: El País