El príncipe Enrique ha comenzado a hacer uso de su recién adquirida libertad. Durante su discurso, este domingo en Londres, en una cena para recaudar fondos para la organización Sentebale, ha explicado las razones personales que le han llevado a desatar una de las peores crisis vividas por la Casa de Windsor en los últimos tiempos. El duque de Sussex ha tenido palabras respetuosas para su abuela, Isabel II, y para todos los que han apoyado su decisión. «Confiábamos en poder continuar sirviendo a la reina, a la Commonwealth (Comunidad de Naciones) y a todos los estamentos militares a los que estoy vinculado sin necesidad de recibir fondos públicos. Desgraciadamente, no ha sido posible», se ha lamentado Enrique.
El palacio de Buckingham anunció en la tarde del sábado que los duques de Sussex, Enrique y su esposa Meghan Markle, no utilizarán el título de Su Alteza Real a partir de la primavera de este año, y se dejará de contar con ellos para realizar actos públicos en representación de Isabel II. Dejarán además de recibir dinero del presupuesto soberano. Todos los medios británicos interpretaron la decisión como un corte drástico y necesario para evitar que la futura actividad privada del matrimonio pudiera suponer un problema para la Casa Real. La reina aceptaba así el deseo expresado por su nieto, pero no le concedía todo lo que pedía.
Enrique se dirigió a los comensales de la cena, destinada a obtener dinero para el tratamiento mental de las víctimas del VIH y los enfermos de sida de los países africanos de Lesotho y Botswana (una causa impulsada por Lady Di y continuada por sus dos hijos), «simplemente como Enrique, no como duque ni como príncipe», para asegurarles que había encontrado «el amor y la felicidad que había ansiado toda su vida» junto a la actriz estadounidense Meghan Markle. «Sé que me habéis llegado a conocer lo suficiente en todos estos años como para que confiéis en que la mujer que he elegido como esposa defienda los mismos valores que yo defiendo. Y lo hace», ha dicho.
El príncipe Enrique ha querido presentar lo ocurrido en las últimas horas como el desenlace inevitable que le hubiera gustado evitar, sin éxito. «El Reino Unido es mi hogar, el país que amo, y eso nunca cambiará», ha prometido. En sus palabras se percibía cierto disgusto por la decisión adoptada por Buckingham, al asegurar que, desde el momento en que contrajeron matrimonio, ambos habían cumplido con sus papeles oficiales. «Por todas esas razones, me produce una gran tristeza que todo haya concluido de este modo».
«He aceptado la decisión», ha finalizado su discurso, «consciente de que no cambiará ni quién soy ni mi compromiso. Solo confío en que os ayude a entender el punto al que he llegado, en el que he decidido que toda mi familia dé un paso atrás del mundo que he conocido para dar un paso adelante en la que confío sea una vida más pacífica».
El discurso, leído de un modo medido y pausado por el duque de Sussex, solo contenía un implícito reproche hacia la prensa británica, a la que ha definido como «una fuerza poderosa». Daba así a entender que los medios han tenido gran parte de responsabilidad en su partida.
«Siempre tendré un gran respeto hacia la reina, ‘mi comandante en jefe», ha dicho Enrique. Entre las pérdidas más dolorosas que ha acarreado la resolución de esta crisis ha estado la de su título de capitán general de los Reales Infantes de Marina, que le traspasó su abuelo Felipe de Edimburgo.
El príncipe Enrique fue siempre tratado entre algodones por la opinión pública, que le perdonó episodios desafortunados como su disfraz de oficial nazi en una fiesta de adolescentes. Su matrimonio con Markle, sin embargo, abrió la veda a los tabloides, que escrutaron sin piedad a la pareja en los últimos dos años. El deseo del heredero del Trono, Carlos de Inglaterra, de reducir el número de miembros relevantes de la Familia Real, fue interpretado por su segundo hijo como un desplazamiento que le conducía hacia la irrelevancia. De ahí su decisión de volar por libre, mal ejecutada en su comunicación, que provocó a Isabel II, en los primeros días de 2020, un problema inesperado que ha solucionado finalmente con ternura de abuela, pero mano de hierro como monarca.
Fuente: El País