Las materias primas siguen sin levantar cabeza y América Latina, una región que no logra desacompasar su ciclo del de los productos básicos, sufre las consecuencias. El periodo 2014-2020 cerrará con el crecimiento más bajo en la región en las cuatro últimas décadas, un contexto «extremadamente complejo» en el que la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal, dependiente de Naciones Unidas) no espera «impulsos positivos significativos» en los próximos tiempos. 2019 echará el telón en Latinoamérica con un crecimiento mínimo (0,1%) que solo sirve para evitar el estancamiento absoluto y que confirma la tendencia a la baja de los últimos años. En 2020 —con todos los peros que exige el guion de los últimos años, con sistemáticas correcciones a la baja de las proyecciones macroeconómicas—, la expansión debería aumentar hasta el 1,3%. Insuficiente, en todo caso, para corregir el declive acumulado en el septenio que toca a su fin. Durante la presentación del informe en Santiago de Chile, el ente elevó a 40 a 70 años el período de bajo crecimiento que desarrolla en el informe, sin ofrecer más detalles al respecto.
«La región está pasando por un muy mal momento», sentencia Alicia Bárcena, secretaria ejecutiva de la Cepal, que aprecia una «desaceleración generalizada y sincronizada» con los precios de las materias primas de nuevo a la baja en 2020. «El menor dinamismo de la demanda interna se ha visto acompañado por una baja demanda agregada externa, un escenario al que se suman las crecientes demandas sociales y presiones por reducir la desigualdad que han detonado con una intensidad inusual en algunos países de la región», agregan los técnicos del organismo, que llaman a la puesta en marcha de una «política fiscal activa, centrada en la reactivación de la economía y en la reducción de la desigualdad estructural».
El margen es estrecho: a pesar de las políticas de consolidación, la deuda pública de la región se ha disparado en algo más de siete puntos porcentuales —del 36,1% al 43,2%— desde 2014, acortando la capacidad de acción justo cuando más se necesita un impulso. Aun así, Bárcena ve recorrido en aquellos países «que todavía puedan endeudarse y llevar una política fiscal más activa. Más ajustes solo traerían menor crecimiento y más depresión». Ese impulso, agrega, debe tener como prioridad el cambio en la estructura productiva para romper la dependencia del sector primario en la que sigue atrapado el subcontinente.
El organismo destaca el peso de los pasivos —públicos y privados— en cinco países: Argentina, Brasil, Chile, Colombia y México. «Chile y el Brasil tienen los mayores niveles de deuda en relación con su PIB [el 224% y casi el 200%, respectivamente, hasta el segundo trimestre]». La primera economía es, de hecho, la segunda más endeudada del mundo en desarrollo, tras China. Si se toma en cuenta solo la parte pública, el podio lo alcanzan Argentina y Brasil, con un 80,7% y un 78,7% de PIB, respectivamente. La composición de esas obligaciones es especialmente dura para Argentina, porque la mayor parte está emitida en moneda extranjera. Mientras Chile (87%), Brasil (96%) y México (83%) tiene la mayor parte de sus emisiones en moneda local, el 81% de la deuda Argentina está denominada en dólares.
A un paso del final de la década llega la hora de los balances. El superciclo de las materias primas, gran catalizador del crecimiento regional en los primeros compases de la década, terminó abruptamente en 2014 y sigue haciendo mella en Latinoamérica: el mejor indicador de la evolución económica real, la renta per cápita, acumula ya un descenso superior al 4% en el último lustro. La variable clave aquí es el crecimiento poblacional: pese al frenazo económico, el PIB regional se mantiene en positivo en este periodo —aunque por la mínima—, pero el aumento de población todavía joven lleva el dato a números rojos cuando se pone en términos relativos.
«Algo no está funcionando», apunta Bárcena. «El bajo desempeño se traduce en una mayor capacidad ociosa que tenemos que poner en marcha. La región necesita estímulos fiscales significativos, con mayor progresividad fiscal». El retroceso de la renta per cápita regional se ve influido en gran medida por el desempeño negativo de tres países que han sufrido un severo revés en los últimos cinco años: Brasil, que en solo dos ejercicios (2015 y 2016) sufrió una dentellada superior al 8% en el ingreso por habitante; Argentina, que sufre un retroceso superior al 6% con tres años aciagos (2016, 2018 y este 2019); y, sobre todo, Venezuela, que en plena crisis económica y social que ha provocado un éxodo masivo de sus ciudadanos a otros países de la región, sufre un severísimo retroceso de más del 60% en el ingreso por habitante.
El mercado de trabajo regional deja una noticia buena —leves incrementos en el salario medio real de la mayoría de países de la región— y una mala —una tasa de paro al alza—. Este segundo aspecto es especialmente preocupante: el desempleo subirá este año hasta el 8,2%, dos décimas más que el año anterior, y el año que viene alcanzará el 8,4%. A la vista de las proyecciones económicas para el año que viene, además, la Cepal aprecia una «tendencia a deterioro» en las principales variables del mercado de trabajo: ocupación, desempleo e informalidad.
«La gran mayoría de economías de América Latina —18 de 20, con las únicas excepciones de Colombia y Guatemala— se desaceleraron en la primera mitad de 2019», advierte Bárcena. Las estadísticas globales se han visto lastradas en particular por dos países: Argentina y Venezuela. Tanto es así, que brazo de la ONU para el desarrollo en la región aclara que para el caso de la inflación, por ejemplo, ambos países y Haití no fueron tomados en cuenta porque «presentan repetidamente niveles de inflación muy superiores al resto de las economías de la región». «Si se tuvieran en cuenta esos datos, se vería afectada la representatividad de la dinámica descrita por la inflación a nivel regional».
Pese a la estabilidad generalizada de los precios, siguen sobresaliendo un puñado de excepciones. En Venezuela la inflación lleva tiempo saliéndose de las estadísticas (39.000% en septiembre) y Argentina cerrará 2019 con una subida del IPC superior al 50% interanual pese al derrumbe del consumo y de la actividad económica. En ambos casos, la incertidumbre ha impulsado una subida del riesgo país, la prima que pagan por financiarse sobre la tasa a la que pide prestado el Tesoro de EE UU. «Venezuela presenta a finales de octubre el nivel más elevado de riesgo país, superior a los 15.000 puntos básicos, seguida de la Argentina, con un índice de alrededor de 2.200 puntos básicos en el trimestre agosto-octubre, reflejo de la incertidumbre asociada al escenario político y a la capacidad de pago de sus obligaciones internacionales», explica el Balance de las Economías de América Latina.
Tras años de estabilidad, las revueltas sociales en Bolivia y Chile también han afectado la percepción de los mercados. «Estos países han visto deteriorarse su nivel de riesgo país en las últimas semanas a raíz de tensiones políticas y sociales, mientras que en Ecuador se produjo un fuerte aumento durante noviembre, asociado a la no aprobación por parte del Congreso de la ley de reforma fiscal», apuntan los técnicos de la Cepal. Una dificultad macroeconómica que es, también, reflejo del peor periodo de crecimiento en 40 años.
Fuente: MVS