Después de tres fallidas secuelas —Rise of the Machines (2003), Salvation (2009), Génesis (2015)— y una medianamente lograda serie de televisión —The Sarah Connor chronicles—, era difícil que en esta nueva entrega no se notara el desgaste del concepto; sin embargo, hay que reconocer que el director Tim Miller tiene un par de puntos a su favor en Terminator: destino oculto.
El primero de ellos, sin duda, es que apuesta por regresar a lo básico, deja los efectismos argumentales y se concentra en desarrollar las motivaciones de los personajes, así como en los cuestionamientos con respecto al destino, y recupera el dilema hombre-máquina, que quedara en el aire desde aquella última vez que vimos la relación entre el T-800 y el John Connor adolescente, para darle cierta continuidad.
El segundo y el que hace la gran diferencia, es que no sólo tiene de regreso a Linda Hamilton para interpretar a Sarah Connor, sino que establece que ella es y siempre ha sido la gran protagonista de la franquicia; y, aunque en esta ocasión, el papel de protegida no le corresponde, es a través de ella que se le da un tramposo pero efectivo giro a la historia, para dejar fuera lo que habíamos visto hasta ahora y conectarla directamente con la estupenda Terminator 2 (1991), algo que por supuesto se agradece.
La trama sigue los esfuerzos de una nueva enviada del futuro, Grace, quien tiene la misión de buscar y proteger a Dani, quien debido a que es una pieza clave para la sobrevivencia de la humanidad, es perseguida por un avanzado e implacable Exterminador.
A pesar de todo, la estructura y los objetivos son claros, el guion entrega algunas frases memorables —sobre todo cortesía de la ya mencionada Sarah—, además de la ya obligada espectacularidad de las secuencias de acción, lo que aunado al humor que termina de hacer funcionar las referencias a la saga, le alcanzan a Terminator: destino oculto, al menos para ser una secuela digna y por encima de sus tres predecesoras.