La renuncia del presidente boliviano, Evo Morales, presionado por el Ejército, ha sumido a Bolivia en un inédito vacío de poder. Casi todas las autoridades de la cadena sucesoria, comenzando por el vicepresidente Álvaro García Linera, y siguiendo con la presidenta y los dos primeros vicepresidentes del Senado renunciaron también. La sucesión le correspondería a la opositora Jeanine Añez, la tercera vicepresidenta del Senado. Ella lo manifestó así ayer, pero este lunes apareció llorando ante las cámaras y señalando que su intención solo es darle una salida al país y no apropiarse de la protesta que condujo a la caída del Gobierno.
El líder de los llamados comités cívicos, Luis Fernando Camacho, está pidiendo que renuncien todos los parlamentarios del Movimiento al Socialismo (MAS), que constituyen dos tercios de la Asamblea Legislativa. Si su demanda se concretara, la Asamblea no podría reunirse, con lo cual no habría una salida institucional. Camacho habló de la posibilidad de una “junta de gobierno” entre los comités que él lidera y el alto mando militar.
La oposición política, encabezada por el candidato Carlos Mesa, está trabajando intensamente para lograr reunir a la Asamblea, explorando diferentes opciones para darle una salida legal a la crisis. Mesa compareció ante la prensa para pedir que no se hostigara a los parlamentarios del MAS, puesto que su presencia en la Asamblea debe dar una “salida democrática del país”. También señaló que lo ocurrido en estos días en Bolivia “no constituye un golpe de Estado, como dicen los medios internacionales. Morales dejó el gobierno porque ya no podía conducir el país, porque la población le había negado su apoyo. Los militares se limitaron a no enfrentarse con el pueblo”.
Evo Morales, quien ha denunciado que un grupo de policías amotinados quiso apresarlo, todavía se encuentra en el país, en tierras cocaleras, presuntamente porque no encontró la forma de abandonarlo la noche pasada. El comandante de la Policía, Yuri Calderón, rechazó tal persecución policial, aunque la Policía sigue amotinada y reunida en sus cuarteles. Muchos otros mandatarios, que fueron hostigados por la población antes y después de la renuncia del presidente, están también escondidos o huyendo del país. Se sabe que unos 20 se encuentran asilados en la embajada de México en la capital boliviana.
Las tropas policiales continúan en actitud de desobediencia y exigen la renuncia del comandante Calderón, designado por el gobierno saliente. Un grupo de oficiales anunció que este ya renunció, que volverán a trabajar, que ya no serán dirigidos de forma política, que elegirán al nuevo comandante por voto y pidieron que Mesa se disculpara con la Policía por las críticas que le hizo durante la pasada campaña electoral. Otros policías, en cambio, dijeron que no suspenderían su huelga mientras no llegue un nuevo gobierno y puedan recuperar viejas atribuciones (identificaciones y licencias de conducir) e igualación salarial con el Ejército.
Anoche, La Paz fue sacudida por actos de vandalismo y el ataque al domicilio del rector de la universidad estatal, Waldo Albarracín, uno de los líderes de la protesta contra Morales. La casa de Albarracín fue rodeada por una turba e incendiada, sin que hubiera daños personales. Varias fuentes atribuyeron esta acción y otras, como la quema de decenas de buses municipales y los saqueos a fábricas y comercios que ocurrieron en distintos barrios paceños, a seguidores del Movimiento al Socialismo.
Santa Cruz de la Sierra, el bastión de la oposición, amaneció ayer en un ambiente fantasmal después de 20 días de bloqueos de carreteras bautizados como “paros cívicos”. La ciudad, la segunda más poblada de Bolivia, está paralizada por las movilizaciones de los comités que llevan desde la noche de las elecciones reclamando la renuncia incondicional de Evo Morales. El líder de uno de esos grupos, representante del sector más radical de los manifestantes, es Luis Fernando Camacho. Este activista político y antiguo líder estudiantil se convirtió en los últimos días en el máximo exponente de la oleada de protestas pese a no ser un cargo electo y actuar de espaldas al expresidente Carlos Mesa. Este, en cambio, compitió con Morales en las urnas y su presión fue determinante para que la Organización de los Estados Americanos (OEA) realizara una auditoría del escrutinio y detectara varias irregularidades en el proceso.
En la ciudad, que en las últimas semanas fue escenario de episodios de violencia y duros enfrentamientos entre simpatizantes opositores y militantes del partido gubernamental, apenas circulan vehículos, salvo los que tienen un permiso especial de las autoridades locales. El trayecto entre el aeropuerto y el jardín zoológico es una carrera de obstáculos de una docena de kilómetros llenos de barricadas y algunos camiones atravesados impidiendo el paso y, sin embargo, sin presencia de militares. En nueve puestos de bloqueos los manifestantes antioficialistas exigen saber a los pasajeros de dónde vienen y hacia dónde se dirigen. Inspeccionan los vehículos y a veces también los equipajes. Preguntan, con educación, y en definitiva pretenden exhibir su presencia mientras el país espera en vilo un desenlace tras la dimisión de Morales.
Fuente: El País