La violencia de los terroristas durante el siglo 19 e inicios del 20 fue notable. Asesinaron al zar Alejandro II, así como a varios ministros, archiduques y generales; a presidentes estadounidenses: James Garfield en 1881, y William McKinley en 1901; al rey Umberto de Italia; a la emperatriz Zita de la monarquía Austro-Húngara; a Sadi Carnot, presidente de Francia; a Antonio Cánovas, el primer ministro de España. Solamente para mencionar a las víctimas más prominentes.
La Primera Guerra Mundial fue desencadenada por el asesinato de Franz Ferdinand, el heredero del trono austriaco, en Sarajevo en 1914. El terrorismo reapareció después de la Primera Guerra Mundial en varios países, como Alemania y los países balcánicos. Antes de asumir el poder, tanto los fascistas como los comunistas prefirieron la violencia masiva a los actos terroristas individuales.
Durante la Segunda Guerra Mundial y durante las dos décadas que siguieron hubo pocos actos terroristas. Esto explica tal vez la razón por la que muchos interpretaron el renacimiento de las operaciones terroristas de la década de los 70´s y, con más razón, la aparición del terrorismo islámico, como algo totalmente nuevo y sin precedente. Esto fue particularmente notable en lo que respecta al terrorismo suicida.
El terrorismo tradicional tenía su “código de honor”: atacaba reyes, líderes militares, ministros y otras figuras públicas importantes, pero si en el hecho existía el peligro de matar a familiares en el ataque, los terroristas no actuaban, aun cuando ello hiciera peligrar sus propias vidas.
¿Por dónde empezar? Hoy, el terrorismo indiscriminado es la norma; pocos personajes prominentes han sido asesinados, pero sí muchísima gente totalmente inocente. El término terrorismo tiene por lo tanto connotaciones muy negativas, y los terroristas insisten ahora en que se les llame por otro nombre: combatiente por la libertad, guerrillero, militante, insurgente, rebelde, revolucionario. Cualquier cosa menos terrorista, un asesino de personas inocentes casuales.
A partir del decenio de 1970 hubo en el mundo un desbordamiento de atentados terroristas organizados por diferentes grupos en busca de su verdad: ¿política, religiosa? Los perpetrados por el Ejército Republicano Irlandés en busca de la independencia de Irlanda; supimos de la explosión de un avión inglés de la TWA planeada por terroristas musulmanes. El atentado terrorista ocurrido durante los Juegos Olímpicos de 1972 en Múnich, cuando once miembros del equipo olímpico israelí fueron tomados como rehenes y asesinados por un comando del grupo terrorista llamado Septiembre Negro.
España no se quedó atrás con los ataques de la ETA; los países de Medio Oriente sintieron en carne propia el terrorismo; Argentina sufrió este flagelo en 1992 y 1994 con sendos ataques despiadados contra la comunidad israelita, dejando centenares de muertos en Buenos Aires.
En 2001 nos llegó más cerca con la destrucción de las Torres Gemelas y la desaparición de miles de víctimas. Y a partir de ese momento, todo se agudizó, propiciado por dos operaciones militares indebidas: la Guerra del Golfo en 1990, y la invasión de Irak en 2003, ésta última buscando supuestamente a Sadam Hussein, y apropiarse del petróleo de la zona.
El mundo musulmán se ha levantado en armas y se ha aprestado a defender su creencia en cualquier parte del mundo y a cualquier precio. Las acciones terroristas son los sueños frustrados de la democracia. Hoy el terrorismo ha tomado por asalto nuestra razón. Y a partir de allí ya nada será igual.
¿Por dónde empezar?
(continuaré)
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