Carlos Ferreyra
La cabeza de este comentario me costará lágrimas de sangre, pero no hay otro adjetivo para calificar a un país que hoy cuestiona y limpia sus impurezas juzgando a troche y moche.
Es la nueva cultura: opinar sin datos, sin bases para hacerlo, sólo porque lo digo yo es suficiente. Miren el caso de Evo, el voluntariamente defenestrado mandatario boliviano:
1.- La única nación que avanzaba en lo económico y en lo social, era precisamente Bolivia. Pero con un factor en contra: la dirigía un indio, ex peón de las minas y en teoría iletrado, aunque no como Fox.
El país creció durante los más de diez años de Evo a casi 5 por ciento sostenido. Los grupos indígenas fueron integrados a la protección social, a la educación y al trabajo. Y eso no es argumento sino simple realidad estadística.
Los dueños de la economía nacional, asentados en Santa Cruz, muchos de ellos descendientes de los nazis que allí recibieron asilo, nunca vieron con buenos ojos la posibilidad de un mandatario indio. Hasta que lo tuvieron y sin aceptarlo no les quedó más remedio.
Blanquitos, católicos en mayoría y el resto evangélicos, dedicaron todos sus esfuerzos, vanos por lo demás, a boicotear el plan de gobierno de Evo.
El grito hoy: echamos del Palacio Quemado a Pachamama y se lo entregamos a Jesucristo. La ultra neonazi al poder, pues, con los sectores más retardatarios de las Iglesias que desde tiempos ancestrales se han repartido el botín que representa el país. Todo, desde Santa Cruz, el bastión.
Nunca pudieron hacerle mella, fue el propio presidente quien se dedicó a minar su obra. Y esto sirva de ejemplo, en lugar de centralizar el poder, debió armar los cuadros para una larga permanencia en el poder, pero a través de afines al plan de gobierno.
Recurrió a experiencias fracasadas: por un lado, la manipulación del sistema electoral; por el otro, relativa marginación de mandos castrenses y, finalmente, una consulta equivalente a la revocación de mandato, en la que fue derrotado por ningún contrincante sino por él mismo.
Nunca se le acusó de represivo, ladrón o de disponer del tesoro público en su favor o de sus familiares. No va por allí el asunto.
Este país de canallas, México, olvida la noble tradición del asilo político para todas las ideologías y para todos aquellos que en momento dado pierden el poder, la gloria y deben salir huyendo de sus países. Evo no huye, promete estar de vuelta pronto.
Constituidos en jueces y verdugos, los mexicanos de a pie ya dictaminaron que no lo quieren aquí, porque lo vamos a mantener con su familia y le sugieren a Monsieur Ebrad et Casaubon que lo aloje en su casa.
Y bueno, la insistencia en calificarlo de dictador cuando conservó todos los mecanismos de balance en su gobierno. Hasta que sustituyó al órgano electoral lo que no le dio resultado.
2.- Las miserias nacionales no paran por hoy en Evo. Hay otro caso que casi nadie conoce, así como suena, nadie conoce; pero atenidos a lo que se publica y acogiendo con perruna fidelidad las argumentaciones gringas, también hemos emitido condena sin tener los elementos ciertos.
Mario Villanueva, ex gobernador de Quintana Roo, tuvo dos errores que se pagan inclusive con la vida. En este caso quisieron castigarlo con mayor sadismo, la vida se va y ya. Pero las consecuencias de la injusticia, del abuso de poderes y de largas horas de soledad, sin ver el sol ni tener contacto humano, es el sello gringo, la venganza inesperada.
A Villanueva nunca le comprobaron en México nexos con la delincuencia organizada. Ni con la común. Por eso debieron atender una orden procedente del norte y cuando en buena fe el ya exmandatario se presentaba para aclarar paradas, un socio de Rojas Díaz Durán viajó a Belice y lo entregó a las autoridades. Preso sin defensa posible y con rapidez inusitada extraditado a Estados Unidos.
Los pecados. En episodio cuyos detalles no recuerdo, se enfrentó al cónsul gringo en Cancún o en Chetumal. No fue un pleito común, trascendió a los medios y públicamente el gobernador amenazó al diplomático al que corrió del estado y le dejó la advertencia que si no se iba lo echaría personalmente agolpes.
Eso colocó al país al borde de un conflicto con Washington. Los vecinos del norte decidieron cambiar al representante, pero la ofensa nunca se olvidó. La guardaron y al tiempo decidieron aplicar la dulce venganza, placer de Dioses.
Un buen día y esto motivó otro escándalo mayúsculo que fue muy destacado por el periódico regional Por Esto, de Mario Menéndez, el padre y el hermano de Ernesto Zedillo decidieron apropiarse de un manglar para construir un conjunto hotelero. Al parecer con lana hispana.
Obviamente las autoridades federales dieron todos los permisos habidos y por haber, pero el gobernador se opuso y con su firme carácter demostrado en otros hechos, enfrentó a los gandayas ponces y los mandó a ondear changos por la cola.
Eso no causó gracia al presidente que en tanto pudo lo descabezó, lo obligó a refugiarse por breve tiempo en Belice y luego de falsas negociaciones, lo incitaron a regresar a México donde lo entregaron villanamente a los gringos.
Esa es la historia como la recuerdo. Puede respaldarse con las exoneraciones de las autoridades judiciales mexicanas, que no lo encontraron culpable de nada. Aunque nuestros canallitas de siempre, salgan con la novedad de que era socio de cierto capo del narco.