Cultura

México, presente en colecciones del Museo del Prado

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Aletia Molina

En el madrileño Paseo del Prado, el Rey Carlos III de España pretendía celebrar el espíritu de la Ilustración con la edificación del Gabinete de Ciencias Naturales, comisionado al arquitecto Juan de Villanueva, en la década de 1780.

Sin embargo, Fernando VII, su nieto, decidió destinar el recinto a la creación del Real Museo de Pinturas y Esculturas, cuya apertura, hace justo 200 años, encauzaría su suerte como uno de los mayores símbolos de la riqueza cultural ibérica, guardián de buena parte de la historia del arte del Viejo Continente: el Museo Nacional del Prado.

«Se trata de la institución cultural más importante de España y uno de los cinco museos de old masters imprescindibles en el mundo», expresa a REFORMA Carmen Reviriego, asesora especializada en el sector.

«Y también es la casa de todos, el gran regalo que se ha dado la nación española, ya que lo que en principio fue una colección concebida para el disfrute de unos pocos, de las monarquías españolas, pasó a ser patrimonio de todos. Y eso es un privilegio».

La pinacoteca, inaugurada al público con un catalogo de 311 cuadros, de los mil 510 procedentes de colecciones reales que ya resguardaba, ha logrado confeccionar una colección de cerca de 8 mil pinturas, incluidas varias de prestigio mundial, como Las meninas, de Diego Velázquez; El 2 de mayo en Madrid, de Francisco de Goya; El jardín las delicias, de El Bosco, o Las tres gracias, de Peter Paul Rubens.

Por herencia de los gustos de los monarcas de los siglos 16 y 17, que reunían tantas obras como fuera posible de sus artistas predilectos, hoy se traduce en un museo atípico, considerado no de pinturas, sino de pintores, pudiendo preciarse de poseer los mayores conjuntos de El Bosco, Tiziano, El Greco, Rubens, Velázquez o Goya, en algunos casos con más de un centenar obras.

«(El recinto) presenta un universo que fue construido con arte que fue contemporáneo en su momento», opina Selma Holo, directora ejecutiva de los museos de la Universidad de California del Sur.

«Esto me encanta. Ahora parece un espacio histórico, pero realmente vibra con decisiones hechas por reyes reconociendo en sus días a los talentos geniales de su propio tiempo. Hay una lección fuerte: apoyar a los artistas contemporáneos, porque algún día es posible que te sorprendan con su valor».

Reproducciones fotográficas, carteles, libros, gráficos, mapas, instalaciones audiovisuales e, incluso, un fragmento de una bomba incendiaria que cayó sobre el museo durante la Guerra Civil, completan los fondos del museo.

Con una historia que se traza en paralelo a la de España, siendo el momento más álgido, precisamente, el de la Guerra Civil -cuando fue necesario trasladar varias de las obras a Suiza para su resguardo-, el Prado asume su bicentenario con «buena salud», con un promedio de 3 millones de visitantes al año, lo que hace de éste uno de los 20 museos más visitados del mundo.

«Llega a su bicentenario fuerte. Desde el momento en que Miguel Zugaza empezó a ser director (de 2002 a 2017) hasta hoy en día, se ha transformado de un museo un poquito cansado a un museo vital. Las exposiciones son fascinantes y atraen mucha gente; la renovación lo modernizó», estima Holo.

«Y ha conseguido un hito dentro de los museos públicos: ser sostenible e involucrar a la sociedad civil en el apoyo a la cultura. Es la segunda institución cultural española con mayor autofinanciación, con un 72 por ciento, y su principal vía de financiación es la venta de entradas y el apoyo de los mecenas de la Fundación de Amigos del Museo del Prado (con más de 30 mil miembros)», añade Reviriego.

Reevaluar el presupuesto que recibe de parte del Estado, y concretar la incorporación del Salón de Reinos, edificio que complementará espacial y conceptualmente al recinto, figuran entre sus pendientes, detalla Andrés Úbeda de los Cobos, director adjunto de Conservación e Investigación.

«Lo más importante es satisfacer las demandas de una sociedad cada vez más exigente y multicolor. Me refiero a diferentes grupos sociales con niveles culturales muy diversos: a grupos de edad que no se identifican de forma natural con el Museo, a personas que están planeando su viaje o que saben que nunca vendrán y que solicitan visitas virtuales, redes sociales, etcétera.

«Incluso demandas de personas que tradicionalmente estaban fuera del ámbito de actuación del Museo, como invidentes o población reclusa, para los que hemos abierto ventanas de participación que nos están llenando de felicidad. Los retos son tantos como el museo quiera y pueda asumir, y estamos dispuestos a asumir muchos», concluye.

México, o al menos su pasado novohispano, figura en las colecciones del recinto a través de diversas piezas, como una serie de enconchados dedicados a la vida de la Virgen, o los que representan, en 24 escenas, los momentos más significativos de la Conquista perpetrada por Hernán Cortés, realizados éstos para Carlos II por los pintores Miguel y Juan González.

La técnica del enconchado, de origen oriental, conocida tempranamente en la Nueva España, es una peculiar expresión artística caracterizada por incrustaciones de nácar en superficies de madera, matizadas con tenues capas de pintura.

«Como ocurrió con las pinturas de plumas, las lacas mexicanas, las esculturas en cañas de maíz o los mismos biombos, los enconchados adquirieron categoría de alhaja, objetos artísticos buscados y coleccionados por un amplio público y clientela, tanto de la Nueva España como de la Península», precisa el museo en su portal en línea.

Medallas grabadas por Jerónimo Antonio Gil, José María Guerrero, Francisco Gordillo y Pedro Vicente Rodríguez, o un óleo atribuido a Antonio Rodríguez -donde Doña María Luisa de Toledo y Carreto, marquesa de Melgar de Fernamental, posa junto a una pequeña indígena presumiblemente chichimeca-, son otras obras labradas de este lado del mundo presentes en la colección del Prado.

Muchas de éstas fueron depositadas en el madrileño Museo de América, expone Úbeda de los Cobos.

«Y tengo que decir que dicha pérdida, comprensible en el contexto de finales del siglo 19, resulta hoy particularmente dolorosa.

«Tratamos de paliarlo con obras invitadas procedentes de otros museos -la última venía del museo Pedro de Osma, de Lima- o con exposiciones temporales, como la que preparamos para finales del año próximo y que provisionalmente denominamos Tornaviaje, formada por otras que llegaron a España desde América», adelanta el director adjunto de Conservación e Investigación del museo.

La relación del museo con México tuvo un nuevo capítulo el año pasado, cuando Jaime Cuadriello, investigador de la UNAM, dirigió la Cátedra del Prado 2018, en la que revisó las transformaciones de la pintura en América a través del vasco Baltasar de Echave Orio, el sevillano Sebastián López de Arteaga, el valenciano Rafael Ximeno y Planes y el mexicano Juan Rodríguez Juárez.

Fuente: Reforma

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Aletia Molina