Cultura

Jorge Ibargüengoitia, el arte de lo impropio

Publicado por
Aletia Molina

En un país en el que la amargura es un discurso político, Jorge logró hacer del humor una resistencia civil. La solemnidad es la carta de presentación de la torpeza; la sátira una forma exquisita de la inteligencia. Ibargüengoitia es inolvidable —y hasta querible, amable— porque sus perfiles de los mexicanos son tan certeros y agudos que no han perdido un palmo de vigencia. Pero no serían buenos tiempos los de ahora para el autor de Los relámpagos de agosto.

Los tribunales de la seriedad, los detectives de los buenos modales y los agentes de las buenas palabras, le harían ser tendencia antes de las siete y media de la mañana: le llamarían machista, racista, fifí, grosero, patán, antimexicano y, más de uno, escribiría en la cuenta de Twitter de Julio Scherer para pedirle la renuncia inmediata de sus páginas editoriales por agresivo, correoso y neocriollo. El presidente, que todas las mañanas da clases alternas de historia de México con rostro adusto, reaccionaría, quizá, de la misma manera que Luis Echeverría en los grises años setenta: pidiendo una pastilla contra la acidez y la jaqueca. Desde luego, Scherer —irónico, como era— le diría: siga así, don Jorge, lo está haciendo de maravilla. Ibargüengoitia tendría como tuit fijado la frase clásica de Vicente Leñero ante las replicas: sigo pensando lo mismo. Los vigilantes del buen comportamiento —quienes buscan una palabra mal puesta para someter al “sarcástico” a los castigos del simple vituperio— se darían un banquete de morbo: Ibargüengoitia ya le dijo criada a la criada, señora gorda a la burócrata de la oficialía de partes, tarados a los maestros de la CNTE, del SNTE y a uno que otro político de baja estofa; ya le dijo perdedores a los atletas olímpicos, ya se burló de la figura de un funcionario público, del Día de las Madres, de los Héroes que nos dieron patria y libertad.

Bueno: ya se mofó de la Revolución, «tan festejada el pasado 20 de noviembre en el Zócalo. En estos tiempos, en los que se debe escribir con “pincitas”, Jorge sería una comidilla de tres veces al día. A la hipocresía también la siguen bots y robots. Un accidente Aéreo de Avianca se cobró la vida, el 26 de noviembre de 1983, de cuatro grandes exponentes de las letras latinoamericanas: Marta Traba, Ángel Rama, Manuel Scorza y Jorge Ibargüengoitia. El desastre de Mejorada del Campo (Madrid) fue un trastorno nacional: México perdía a un escritor único; su vacío no se llenaría nunca. Entonces colaborador de Vuelta —desde 1968 hasta 1976, de Excélsior—, Ibargüengoitia era en un columnista obligado por su sátira y su crítica fina y punzante.

El futuro demostraría que, pese a él, era el boy scout más querido de la historia. El 2 de enero de 1984, en su Inventario de la Revista Proceso, José Emilio Pacheco rindió un homenaje a los cuatro fallecidos. De Jorge, dice: “fue el cronista de la decadencia y caída de la aristocracia criolla”. Agrega: “su talento nos presentó el espejo cóncavo en que pudimos reírnos no de los demás sino de nosotros mismos, de la infranqueable distancia entre lo que somos y lo que creíamos ser”.

En el ensayo Jorge Ibargüengoitia: El diablo en el espejo, Juan Villoro asegura que su humor deriva de actuar con sensatez en un entorno absurdo. “Vistas con objetividad, la mayoría de nuestras costumbres son insostenibles. En su gozosa antropología, Ibargüengoitia aplica la lógica en sitios donde no tiene derecho de suelo; de ahí el efecto cómico: un ingeniero calcula extravagancias”. Según Villoro, para Jorge la historia es siempre un disparate, un colosal acto fallido. Hay que darle la vuelta a la tortilla. La imaginación del tiempo: ¿Qué y cómo hubiera escrito Jorge Ibargüengoitia sus Instrucciones para vivir en México en los días actuales? ¿Qué diría del presidente que confunde Margarita Maza de Juárez con María Fabiana Sebastiana Carmen Romero Rubio; de un mandatario que pide disculpas a España por la conquista de México y de un jefe de Estado que se autoproclama portaestandarte de la Cuarta Transformación? ¿Cómo serían sus tuits sobre las mañaneras, sobre el folclore recuperado del pasado lejano, sobre las disputas dentro de Morena? ¿Qué humor utilizaría para criticar lo que sucede en la Comisión Nacional de Derechos Humanos, en el Instituto Nacional Electoral y en la Secretaría de Cultura?

Vaya que sí. Se le extraña a Jorge Ibargüengoitia. Uno de sus personajes dice, al vuelo, como si no lo dijera: “Mi honradez a toda prueba, que en ocasiones llegó a acarrearme dificultades con la policía”. Lo natural no se le notaba.

Fuente: Milenio

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Aletia Molina