Desde el agotamiento del ‘Desarrollo Estabilizador’ a finales de los años sesenta, México ha estado adoptando modelos que van desde la derecha hasta la izquierda en el espectro macroeconómico. Los modelos de izquierda lograron mayores tasas de crecimiento económico, pero no fueron sostenibles, mientras que durante la adopción de política económica más ortodoxa, se creció a una tasa estable, pero baja. En pocas palabras, los modelos de izquierda impulsaban el crecimiento de corto plazo, pero generaban crisis auto-inflingidas y los de derecha eliminaron esas crisis, pero no lograron elevar las tasas de crecimiento económico.
Siempre podemos argumentar que las circunstancias del momento provocaron que no funcionaran del todo los modelos mencionados. Por ejemplo, cuando México estaba por “administrar la riqueza” a inicios de los ochenta -bajo un modelo con sesgo hacia la izquierda-, se desplomó el precio internacional del petróleo de manera significativa y se quedó abajo por más de una década, enterrando años de crecimiento económico. En contraste, cuando la tasa de crecimiento del PIB en México estaba por despegar hacia 5 por ciento, impulsado primordialmente por la reforma energética de 2013 -bajo un modelo económico de derecha-, el precio del petróleo también se cayó significativamente y los ‘tan cantados’ beneficios de la reforma energética nunca fueron palpables para el grueso de la población.
¿Tenemos mala suerte como país a la hora de hacer política económica? Un poco, sí. Pero también tenemos el problema de haber apostado por una sola fuente de crecimiento, en lugar de diversificar. Fácil de decir, difícil de llevar a cabo. En mi opinión, muchas personas que apoyan a nuestro presidente e inclusive probablemente el propio Andrés Manuel López Obrador, ven que en las últimas cuatro décadas el modelo de izquierda logró mayores tasas de crecimiento, pero descuidó la estabilidad macroeconómica, mientras que los gobiernos que impulsaron política económica de derecha cuidaron la estabilidad, pero se creció poco. Así, una de las alternativas con la que el presidente ha confeccionado su narrativa es instrumentar políticas de izquierda, pero cuidando la estabilidad macroeconómica. ¿Instrumentar una política así nos llevará a registrar mayores tasas de crecimiento y que a su vez, sean sostenibles? Desafortunadamente no lo creo. Para empezar, porque una vez más se desea apostarle al petróleo. Pero no solo por eso, sino por lo que comentaré en el siguiente párrafo.
En mi opinión, las políticas de extrema derecha a nivel global han logrado crear capital, pero desafortunadamente han generado mayor desigualdad. Por su parte, las políticas de extrema izquierda han destruido capital y han podido reducir la desigualdad, pero empobreciendo a las clases medias y en algunos casos a las élites también, pero no sacando adelante a las clases más vulnerables. En mi opinión, la instrumentación de modelos más de centro, en donde el péndulo se mueve poco entre la derecha y la izquierda, han sido los que más riqueza han generado y en donde se ha podido mitigar la ampliación de la desigualdad. Considero que existen varios ejemplos tanto en los Estados Unidos, como en Europa y Asia, durante algunas épocas (claramente no es el caso actualmente). Así, considero que el verdadero éxito de las economías a las que les fue bien instrumentando políticas, ya sea con sesgo hacia la derecha o a la izquierda, ha sido tener un estado de derecho fuerte. Desde hace años cuando le preguntan al ex presidente Zedillo qué necesita México para crecer, él responde: “Tres cosas: (1) Estado de derecho; (2) estado de derecho; y (3) estado de derecho”.
¿Por qué un mexicano que cruza la frontera norte en búsqueda de mejores oportunidades, las encuentra? Yo creo que es porque el mexicano en general es una persona trabajadora, creativa, emprendedora y ‘echada’ para delante. Tenga o no educación, formal o informal, al mexicano migrante normalmente le va bien en los Estados Unidos. El problema que enfrenta en nuestro país es la falta de estado de derecho, en donde el primer obstáculo son los mismos gobiernos estatales y municipales, que por su debilidad fiscal brindan servicios públicos deficientes e inventan trámites sin sentido para recaudar más, dejando un marco regulatorio totalmente confuso para la operación de los negocios, entre otros aspectos. Esto provoca que sean muy pocos los que tienen la capacidad económica e intelectual para franquear estas barreras, dejando una desoladora desigualdad generalizada a lo largo del territorio mexicano, con una cruda desigualdad regional también. Considero que si no se apuesta por el estado de derecho, no vamos a poder lograr crecer más, de manera sostenible y con una mucho mejor distribución de la riqueza.
Twitter: @G_Casillas
* El autor es director general adjunto de Análisis Económico y Relación con Inversionistas de Grupo Financiero Banorte y presidente del Comité Nacional de Estudios Económicos del IMEF.