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Ahí viene el lobo: Carlos Ferreyra

Publicado por
José Cárdenas

Carlos Ferreyra 

 

En algún momento de su existencia el presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, deberá admitir sus deficiencias culturales (México existía hace diez mil años; España conquistó nuestro país –España no existía, sino el reino de Castilla y León) y así al infinito.

Igualmente debe admitir que con cada día que pasa, sus limitaciones son mayores y más evidentes. Su mirada perdida al infinito, su sonrisa perpetua y los dedazos al aire son signos de un grave mal que se aloja en su cabeza y que le impide enterarse de lo que hacen y dicen sus colaboradores más cercanos.

Así, en sus narices Durazo dice una cosa, y el Peje afirma la contraria. Sucedió en Culiacán y está pasando en el caso de los mormones chihuahuenses.

Registra evidentemente muy fraccionada la información que recibe. Así, es capaz de perrear a la prensa para al día siguiente, y por consejo de nadie sabe quién, rectificar haciendo profesión de respeto… ¡a los perros!

Gravísimo lo que está pasando en la relación con los gringos. Y aquí viene mi paranoia, justificada con datos históricos que no requieren interpretación:

Empecemos por México: para impedir el comercio de combustibles con Alemania, se tenía que obligar a México a declarar la guerra al Eje. Y eso no era posible nada más porque a Ávila Camacho se le ocurriera; un malvado submarino (sumbarino en pejeñol) nazi, decidió hundir al Potrero del Llano y a otro petrolero azteca más, con la consecuente reacción del gobierno.

Vayamos con Cuba, posesión española a la que había que poner bajo la protección y el control absoluto de Estados Unidos. Un barco surto en la bahía de La Habana tronó. Washington declaró las hostilidades a los gachupas con el lema “remember the Maine” y “liberó” a la isla que convirtió en su burdel favorito.

Después de las palizas que los vietnamitas propinaban a los franchutes, los gringos decidieron hacerse cargo de ese negocio. Y para ello se escogió una rada en el Golfo de Tonkín, donde tronaros barcos y mataron marinos yanquis a pasto. Declararon la guerra a los vietnamitas que, sin amilanarse, con paciencia y armas primitivas (inclusive abejas salvajes) apalearon a los bien nutridos boys americanos. Y los echaron del país.

La más célebre provocación contra los yanquis fue el arrasamiento de los nipones a la base naval de Pearl Harbour, en Hawaii. Oficialmente los mandos militares temían un ataque en Filipinas, lo que evidencia que buscaban el pretexto.

En diciembre de 1941 sucedió. Hubo indicios de lo que iba a pasar, a pesar del enorme costo en vida y materiales bélicos, era la forma en que Washington podía declararse contra el Eje Berlín, Roma, Tokio. Entró a la Segunda Guerra Mundial.

Mi paranoia: la reacción de la Casa Blanca al bestial asesinato de la familia Le Baron, es más que sospechosa. Anuncian que se admitirá la intervención del FBI mientras el presidente mexicano hace profesión de soberanía y asegura que sólo nosotros haremos la investigación y enjuiciaremos a los autores.

Congresistas y funcionarios de alto nivel del gobierno del hombre naranja, advierten que sólo con la intervención de ellos en territorio mexicano, podrá evitarse el riesgo de los narcos.

El Coso, don Durazo, pletórico de babitas declara que se trató a una vendetta de narcos, aprovechada por los imbéciles tuiteros de siempre para destapar la supuesta carrera delictiva de la familia Le Baron, como narcotraficantes y más.

Se habla de dos grupos en pugna y los ubican en los sitios donde moran y trabajan. Si lo sabían ¿porque los dejaban tranquilos? La respuesta obvia es porque son ciudadanos con derechos, como lo asienta el Peje cada vez que tiene ocasión.

Olvidemos Culiacán, allí murió puro pelafustán, productos nacionales que no merecen el menor recuerdo. En el caso de los mormones, se trata de güeritos que hablan inglés, tienen su reserva y esclavitos locales y cuentan con la nacionalidad gringa.

Por ahora hubo un amable ofrecimiento de Trump para proporcionar ayuda, aunque fue claro: en la guerra contra un ejército, sólo otro ejército podrá combatirlos y acabarlos. Así: acabarlos, arrasar con ellos en territorio mexicano y mediante el uso de juguetitos modernos, experimentados ampliamente en las naciones árabes.

Los drones operados desde Washington; pueden localizar mediante satélite a sus objetivos, dotados de armas letales hacen la tarea de los bombarderos tradicionales.

Esperemos, pues, la intromisión de los gringos en suelo patrio, ése cuya soberanía proclama el mandatario nacional, aunque permita la intervención de agentes de la Oficina Federal de Investigaciones (FBI) que, por norma, sólo deben actuar interfronteras.

¿Cómo lo justificarán? No lo harán; no lo han hecho en el corrimiento de la frontera norte hasta nuestro extremo sur. Ni han desmantelado el enorme edificio de Reforma, donde hay oficinas e instalaciones para medio centenar de agencias relacionadas con la Seguridad Interior del buen vecino (recuerden, ellos los vecinos, y nosotros los buenos).

carlos_ferreyra_carrasco@hotmail.com

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José Cárdenas