Después de la inédita renuncia del ministro Eduardo Medina Mora a la Suprema Corte, no olvidemos que el exfuncionario “prianista” fue un burócrata oscuro en el desempeño de cargos brillantes.

 

En tiempos panistas estuvo con Vicente Fox y Felipe Calderón. Se hizo notar por haber desmantelado el CISEN, el aparato de espionaje oficial, y prostituido (aun más) a la PGR.

 

En su ruta burocrática Medina Mora fue mediocre embajador de México en Gran Bretaña y Estados Unidos, eso sí, excelente financiero; engordó su chequera con un par de millones de libras y otro par de millones de dólares.

 

En la Corte –impuesto por el priista Peña–, se dedicó a bloquear a la Unidad de Inteligencia Financiera, policía fiscal de la secretaría de Hacienda, que ahora se le ha ido como vampiro a la yugular.

 

No fue democrático su ejercicio en el máximo tribunal; usó su cargo para favorecer a grupos dentro del gobierno. Hace un año suspendió indefinidamente cualquier investigación penal de la Fiscalía de Chihuahua contra su mentor y amigos de la mafia del poder político. Medina desarmó a quienes acusaron a la pandilla dominante por desviar de 250 millones de pesos para apoyar al PRI contra el panista Javier Corral.

 

En el escritorio del fiscal hacendario Santiago Nieto también se acumulan investigaciones que mezclan al ministro renunciante con empresas de lavado de dinero criminal.

 

Medina Mora, deja huella como espía, policía, transa, encubridor, diplomático al vapor y embaucador.

 

El Senado tramita la renuncia del ministro; de manera exprés se aprobará la terna enviada por el presidente para ocupar la vacante; alguien a modo y medida.

 

Sirve tener poder para poder tener…

 

EL MONJE VENGATIVO: Peña Nieto lo encumbró; Santiago Nieto lo derrumbó; López Obrador se la cobró. ¿Sabemos quién ganó? No, pero sí quien perdió.