La legendaria bailarina Alicia Alonso, una personalidad universal de la cultura cubana, falleció este jueves a los 98 años en un hospital de La Habana, según confirmó el Ballet Nacional de Cuba (BNC).
El fallecimiento de Alonso a las 11 a.m. luego de haber ingresado de urgencia en el exclusivo Centro de Investigaciones Médicas Quirúrgicas (CIMEQ), en el municipio Playa, por una destabilización de la tensión arterial. En meses recientes había estado delicada de salud, afectada de neumonía.
Ha muerto una gloria de Cuba y ícono del ballet clásico en el ámbito iberoamericano y mundial. El talento y el arte de todo un país estuvieron simbolizados por la obra de la Prima Ballerina Assoluta.
«Ella es de veras una luz que se mueve. Ella es leve, ondulosa, casi traslúcida», escribió la poetisa cubana Dulce María Loynaz.
Nacida el 21 de diciembre de 1920, Alicia Ernestina de la Caridad del Cobre Martínez del Hoyo, que era su verdadero nombre, era hija de padres españoles. Su aprendizaje de la danza comenzó con nueve años en la Sociedad ProArte Musical.
Con 15 años se casó con Fernando Alonso, en Estados Unidos, y cambió su apellido de Martínez por Alonso. Fernando y su hermano Alberto, ambos ya fallecidos fueron pilares de fundación de la que luego se definiría como la escuela cubana de ballet. Tras su divorcio con Fernando Alonso, Alicia Alonso se casó con el historiador Pedro Simón, quien la sobrevive.
En Nueva York estudió en la escuela del Ballet Theater. Desde los 19 años padeció un problema de ceguera creciente, y muchas veces bailó a tientas, guiada por sus compañeros de escena o por las luces estratégicamente colocadas. Para explicar la grandeza de Alicia Alonso, en este periodo inicial de su carrera, hay que remontarse a su debut en 1931 con el Gran Vals de La bella durmiente, y sus siguentes éxitos absolutos en Coppelia (1935) y El lago de los cisnes (1937).
La cadena de éxitos a finales de los años 30 impulsó su partida al Ballet Theatre, de Nueva York, una compañía que contribuyó a fundar y con la cual alcanzó fama mundial luego de su debut en Giselle, en 1943, cuando sustituyó a la bailarina Alicia Markova. En el Ballet Theatre pudo trabajar con Michel Fokine, George Balanchine, Jerome Robbins y Agnes de Mille, que influyeron definitivamente en su trabajo posterior como coreógrafa.
A lo largo de los años cuarenta, muy reconocida ya, Alicia se aplicó al desarrollo de una escuela coreográfica cubana cuando incorporó Dioné (1940) el primer ballet clásico con apoyo sonoro de un compositor cubano, con música de Eduardo Sánchez de Fuentes, y Antes del alba (1947) con coreografía de Alberto Alonso, música de Hilario González, y diseños del pintor Carlos Enríquez.
En 1948, Alicia Alonso fundó el hoy Ballet Nacional de Cuba, que recibiría enorme impulso luego del triunfo de la Revolución. Fue bailarina inspiradísima de más de 130 obras, coreógrafa y maestra durante más de ocho décadas, embajadora de la cultura nacional en alrededor de sesenta países.
Apoyada directamente por Fidel Castro, Alicia reorganizó el Ballet Nacional de Cuba, que dirigió con mano férrea, durante décadas, la compañía que ella misma había creado y de la cual se mantuvo como líder, arrolladora y exigente, durante un tiempo extraordinariamente prolongado.
Casi 65 años estuvo sobre el escenario, interpretando a la campesina ingenua engañada que es Giselle, a la princesa y mujer cisne Odette-Odile, a la temperamental Carmen, a la Swanilda de Coppelia, entre decenas y decenas de papeles que le ganaron decenas de premios y atronadores aplausos en las cuatro esquinas del orbe.
Como se muestra con elocuencia en los varios documentales que le realizó el ICAIC, Alicia Alonso es la expresión más acabada de artista cubana tocada por el genio, y afincada en la coherencia de mantenerse fiel a sus raíces cubanísimas a partir de asimilar lo universal.
Entre las muchas actividades que se realizaron para celebrar el cumpleaños 95 de Alicia Alonso, tal vez la más singular consistió en un jardín que le regalaron, diseñado por el artista de la plástica Nelson Domínguez. En el jardín, la célebre diva plantó una palma real, que desde entonces se alza orgullosa, igual que la inolvidable bailarina, como símbolo de lo cubano.
Alicia Alonso consiguió el milagro de inscribir el nombre de Cuba en el universo del ballet, restrictivamente europeo y norteamericano. El milagro fue hecho. Descanse en paz una de las más grandes artistas que ha dado nuestra Isla.
Fuente: cibercuba.com