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El Cártel favorito: Carlos Ferreyra

Publicado por
José Cárdenas

Carlos Ferreyra 

 

Si en materia de seguridad pública debemos aceptar los pálpitos, las impresiones, los quiebres y las inflexiones de nuestros funcionarios a cargo de la paz ciudadana, entonces tenemos todo el derecho a exponer nuestras sensaciones.

Podemos resumirlas en una frase: cada sexenio tuvo un cártel cercano a su corazón, a sus intereses. Así ha sido y podríamos fijar los tiempos de Miguel de la Madrid, cuando los tres capos principales, Don Neto, Félix Gallardo y Caro Quintero, unidos, garantizaban la estabilidad monetaria del país, mediante su aportación de dólares.

Esta es una historia documentada, hecha novela histórica por Gregorio Ortega, quien recuerda en su obra la negociación realizada con los jefes narcos a quienes los gringos pretendían retenerles el dinero.

Pueden detallarse los subsiguientes sexenios, pero lo interesante es adivinar cuál fue el grupo delictivo que estuvo en el ánimo de los mandamases. El más notorio, con fugas y todo, fue el grupo de El Chapo Guzmán, que tiene primacía sobre otros cárteles menores.

Se anunció en los diarios, el presidente López Obrador ofreció mediar y hasta, se dijo, patrocinar el viaje de la madre del narco a Estados Unidos para que visitara a su vástago. Hoy, la señora anuncia la creación de una Universidad en Badiraguato, patrocinada con los fondos provenientes del envenenamiento público.

Esto no tiene conforme a Nemesio El Mencho Oseguera, atado a un riñón artificial en su refugio en la zona de la Tierra Caliente Michoacana, donde disputa el control al parejo de Los Viagras, apéndice de Los Templarios; la Nueva Familia Michoacana y el Cártel Jalisco Nueva Generación, que extiende su poder sobre el estado y los vecinos.

Si aceptamos en esta Transformación de Cuarta un grupo protegido, habría que pensar en el CJNG. Su actividad, sus ataques impunes al Ejército, el asesinato vil de policías, son motivo de comentarios superficiales a nivel oficial, como la señora que ocupa la Secretaría de Gobernación, doña Olguita que, a la masacre contra un convoy de 27 policías, responde con que eso es algo que pasa en todo el país.

Oficialmente murieron 13 agentes, siete secuestrados y nueve heridos de diversa gravedad.

Y tiene razón, porque apenas transcurridas 24 horas, en otro choque ahora en Guerrero, murieron 15 personas entre agentes de la ley y sicarios.

El CJNG está empeñado en controlar el corredor Manzanillo—Lázaro Cárdenas donde se reciben precursores chinos para drogas “de diseño” y se contrabandean miles de toneladas de hierro mexicano hacia China. Negocio de ida y vuelta.

El segundo dato lo tomo de uno de los más recientes análisis de Roberto Fuentes Vivar quien atribuye a esta causa la auténtica guerra desatada en la zona litoral de Michoacán y Colima.

Un recuento somero nos permite entender la profundidad de esta lucha en la que no hay vencidos ni vencedores. Es una lucha a muerte en la que participan los protegidos del virrey peñanietista que formó las policías comunitarias: en el ajo está Simón el Americano que, desde su aparición como policía voluntario, se le relacionó con el CJNG.

Y está El Abuelo, que sigue con su grupo armado en los alrededores de La Ruana y al que se acusó reiteradas ocasiones de ser traficante de estupefacientes.

En agosto fueron colgados nueve cadáveres de un puente cerca de Ziracuaretiro, a 20 kilómetros de Uruapan, donde localizaron otros diez cadáveres regados en las cercanías. Se lo atribuyeron los sicarios del CJNG.

Un par de comandos que regresaban de Jalisco fueron emboscados el 15 de ese mes en la subida de San Sebastián. De lo alto de los paredones lanzaron botellones con gasolina, regaron de balas la zona y murieron entre quemados vivos y asesinados a balazos una docena de policías.

En mayo, en el poblado de La Purificación en un choque armado los sicarios derribaron un helicóptero con un arma antiaérea. Murieron 18 policías federales y militares más ocho sicarios. Supuestamente el operativo era para apresar a El Mencho.

Remontándonos a mayo de 2015, en Tanhuato se escenificó un combate en el que murieron 42 narcos y sólo un agente. Se habló de ejecuciones, de cacería y de otros excesos, pero nunca se explicó por qué iniciaron la balacera los pistoleros y qué operativo desarrollaba el Ejército en la zona.

Agosto anterior, aparece una foto con los sicarios del CJNG perfectamente alineados, uniformados y armados. Anuncian que irán a Tepalcatepec en busca de El Abuelo.

Recibido el aviso, se preparan los pobladores que, en hecho poco usual, rechazan a los sicarios que llegaron en camionetas blindadas. Se reportan nueve muertos, ningún civil. Graban el episodio con un dron.

En los recientes sucesos en Tepalcatepec, por extrañas razones las autoridades se negaron a auxiliar a quienes eran masacrados por los narcos. Se conocen las grabaciones de los desesperados policías pidiendo apoyo, el silencio de sus cuarteles y la voz triste, dolorosa de uno de los agentes que dice: me estoy muriendo.

A las tonterías con que el impensable Alfonso Durazo cree convencer a la ciudadanía del éxito de sus funciones, se opone la realidad. Y sobre ella, el propio presidente López Obrador que, con inconciencia y falta de solidaridad para las víctimas, anuncia que “habrá apoyo para Michoacán” pero bajo advertencia de que será “sin letalidad”.

Dicho en cristiano, no buscará a los criminales, tampoco los atacará “porque nosotros no vamos a ajusticiar, a masacrar; eso que se hacía anteriormente no se llevará a cabo nunca”.

Los familiares de los policías asesinados en Tepalcatepec no aceptaron el homenaje oficial a los muertos, excepto media docena; exigen justicia, pero ya se las recetó don Peje.

A la fecha, en Michoacán han fallecido 289 federales y son incontables los municipales y estatales que han caído bajo las balas de los criminales del cártel predilecto del sexenio, los jalisquillos de la Nueva Generación.

carlos_ferreyra_carrasco@hotmail.com

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José Cárdenas