Este viernes, el sol no le calienta al gobierno. La capital de Sinaloa estuvo bajo fuego siete horas, que provocaron caos, miedo y crisis de pánico entre la población.
La cacareada “estrategia de pacificación”, la de abrazos, no balazos, sucumbió en Culiacán. Los cuerpos federales y estatales mostraron debilidad inédita y pusieron en ridículo a las Fuerzas Armadas.
Era la una y media de la tarde cuando “El Chapito”, Ovidio Guzmán López, hijo de “El Chapo” Guzmán, comía con su esposa en una marisquería de la colonia Tierra Blanca de Culiacán, vigilado por 8 de sus escoltas.
En el lugar había familias con niños.
Sin esperarlo, un comando de unos 50 militares vestidos de civil rodeó el restaurante y pidió al “chapito” se entregara; ante la demanda, el hijo del ex líder del Cártel de Sinaloa, grita que no es cobarde y que se entrega para no exponer a familias y niños.
Se lo llevaron, mientras su equipo pedía refuerzos. Estos llegan e intentan negociar la liberación en la fiscalía, ante la negativa se desata la primera balacera de la tarde, como a las 15:30 horas.
En materia de seguridad, la “Cuarta Transformación” quedó sometida y doblegada ante el poder de fuego de comandos armados hasta los dientes, que se “la rajaron” en las cercanías del fraccionamiento “Tres Ríos”, para liberar al “El Chapito”, Ovidio Guzmán López.
Ovidio Guzmán López es reclamado por la justicia estadunidense por conspiración para distribuir droga, por eso iban por él, para luego extraditarlo.
Donald Trump ya expresó sus solidaridad por los hechos violentos, según lo dijo el presidente López Obrador, tras una llamada telefónica entre ambos, no se sabe si hubo algún reclamo por la liberación de Ovidio Guzmán, de esto nada se reveló.
El hijo de El Chapo fue liberado a cambio de que las fuerzas de sus sicarios no atacaran a esposas, madres, amantes, hijos, hermanos, padres, parientes y amigos de soldados destacados en Culiacán.
El gobierno fue obligado a negociar la paz de Culiacán con las armas de los criminales apuntando a las cabezas de los titulares del Gabinete de Seguridad Nacional.
Escena dramática de una guerra perdida, hasta el momento.
Hora pico en Culiacán cuando se desataron las balaceras, y las líneas de teléfono saturadas pues todos buscaban a sus familiares y sólo encontraban en el ambiente sonidos de balaceras; caos y psicosis!
Tras la liberación, las balaceras siguieron por unas 6 horas, pero sólo para distraer a las autoridades del lugar a donde se habían llevado al “Chapito”.
Alfonso Durazo Montaño, secretario federal de Seguridad y Protección Ciudadana, tuvo que leer –en una tableta electrónica– la claudicación del gobierno ante el poder manifiesto de las fuerzas criminales.
No haber liberado a «El Chapito» hubiera costado más de 200 vidas de civiles, reveló el sábado el canciller Marcelo Ebrard.
Lo cierto, es que el supremo gobierno cedió el monopolio legítimo de la fuerza ante el despliegue de violencia criminal del ejército sicario, en defensa del hijo heredero del peor criminal.
Este viernes por la mañana todavía se escucharon esporádicamente balazos en diferentes zonas.