Ocurre por lo menos una vez al mes. Está de moda.
Con cualquier pretexto, aparece la horda anarquista y toma a la Ciudad México en calidad de rehén. Rompe vidrios, destroza y saquea comercios, pinta sobre las pintas en muros de edificios y monumentos…
Y la policía sólo mira de lejos.
Los manifestantes, embozados o enmascarados, llevan palos y botellas. Atacan con pistolas de agua, rellenas de gasolina; primitivos lanzallamas.
Y la policía sólo mira de lejos…
La orden es disuadir, no reprimir, aunque todo acabe en incumplir.
Las fuerzas del orden permiten, toleran y fomentan el desorden. En el mejor de los casos, sólo cuidan a los manifestantes. Nada ni nadie impide la furia.
La policía sólo mira de lejos.
Las ordenes de la jefatura del gobierno son tajantes: no se alce una macana, no se les empuje, no se les grite, ni siquiera se les saca la lengua, no se vayan a poner peor.
No importa si queman la puerta de Palacio Nacional o de la Cámara de Comercio.
Los manifestantes son primero. Su derecho de expresarse, del modo más violento que decidan, no tiene límite; vale más que cualquier otro derecho, incluido el de los demás agraviados.
Total, la policía sólo mira de lejos.
EL MONJE “CHOCHO”: Ni anarcos sin dios ni patria; mejor impunes “conservas” tolerados, ordena el mandamás. Y no olvide el miércoles 2 de octubre, 51 años después. Evite más molestias y corajes; busque rutas alternas en la memoria.