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Premios Nóbel en subasta: Carlos Ferreyra

Publicado por
José Cárdenas

Carlos Ferreyra

 

Escucho, cada vez con más frecuencia, del parecido entre Andrés Manuel López Obrador y Luis Echeverría, al menos en lo que don Daniel Cosío Villegas tituló “El estilo personal de gobernar”.

No me parece correcta la apreciación por varios motivos, uno de los principales, que Luis Echeverría sí fue a la escuela y fue a estudiar, aprendió y para certificarlo bastan sus promociones a la Carta de Deberes y Derechos de los Estados y el Centro de Estudios del Tercer Mundo.

Digamos, por lo pronto, que Echeverría era un hombre de ideas, abierto al mundo y con enormes ambiciones que lo hacían trascender del ámbito latinoamericano con pretensiones de proyección mundial.

Viene a cuento por las maldades de los corresponsales extranjeros acreditados en México, durante los desayunos en el café Calesa donde habitualmente iban los reporteros de Excélsior, el corresponsal de Prensa Latina (yo) y otros enviados extranjeros que se deleitaban con el café cubano, especialidad de la casa.

En ese plácido tiempo pocas eran las noticias mexicanas de interés para el exterior, así que con cierta periodicidad nos dábamos a la invención de temas que se convertían en realidad.

No eran informaciones perjudiciales, sino posibles y así se manejaban. Hoy que está de moda el Premio Nóbel, la visita de una treintena de galardonados y la vacilada de que a López Obrador quieren postularlo para tal reconocimiento, vale recordar el día que en decidimos que Luis Echeverría podía ser Premio Nóbel de la Paz.

Y así lo enviamos al mundo donde fue acogida la nota en algunas partes con escepticismo y en otras con entusiasmo. Eran muchas las actividades de don Luis como para que tal postulación pasara de noche.

Poco menos de un mes duró circulando la información, en la que se descartó al mexicano por la razón de que no había comité, organismo o gobierno que lo postulara.

Por aquellos años, los felices 70, tenía sentido aspirar al reconocimiento de la Academia Sueca. Hoy se trata de una corcholata como muchísimas más que se reparten por el mundillo de la diplomacia. Dos galardonados que no son ejemplo de paz ni de concordia: Henry Kissinger, autor del Golpe Militar contra Salvador Allende y activo sostén de los belicismos asiáticos de su país adoptivo, Estados Unidos.

A Barack Hussein Obama se lo entregaron apenas había arribado a la Casa Blanca. No tenía mérito alguno a la vista, pero en tanto pudo aumentó tropas en Medio Oriente, masacró a todo lo masacrable.

Seguro hay más impresentables que lucen la medallita en sus saraos diplomáticos, pero que no la merecen.

Y a eso aspiran quienes pretenden que López Obrador, cuya única paz en el país es la paz de los sepulcros, como acreditan las estadísticas que hablan de un asesinato cada tres horas, le sea otorgado el reconocimiento que no se ha ganado aunque imagino que se no atrevería a aceptarlo.

Supongan que en ceremonia casi de la realeza, lo reciben en sesión solemne, va con un frac alquilado en tienda de barrio. De pie, ante el atril, pronuncia su discurso de aceptación. Lo hace, entre medias palabras y gestos admonitorios, el dedo índice, como costumbre incontrolable, apuntando a los que escuchan que se sienten intimidados, no saben de qué los acusan.

Desesperado observa que ninguno de los asistentes ríe de sus gracejadas, tampoco aplaude y antes bien, con gesto ceñudo, lo observan intentando hilar el sentido de la perorata.

Seguro al siguiente día los medios intentarán desentrañar el mensaje, ya para entonces con grandes titulares en los medios mexicanos y con verdaderas diarreas tuiteras en reconocimiento al valeroso mandatario que sería nuestro cuarto Premio Nóbel. Segundo de la Paz con don Alfonso García Robles, michoacano, por cierto.

Para garantizar la cercanía con el anhelado honor se realizó en México una asamblea de premios Nóbel de la Paz. Pasó sin pena ni gloria, poca cobertura en medios, escasa participación nacional.

Pero nos traiciona la naturaleza: pensamos que es una forma de comprar la presea. Por mí, que se la den desde luego junto con Kissinger, para que cuenten a ver cuál lleva más víctimas fatales en su cuenta.

carlos_ferreyrfa_carrasco@hotmail.com

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José Cárdenas