Perdonar es la consigna de Andrés Manuel López Obrador. Tratar de asemejarse al padre Hidalgo, cuando antes del grito de Dolores, en 1810, abrió las rejas de la prisión para liberar reos y sumarlos a la causa libertadora que a estas horas se conmemora…
Precisamente, 209 años después, el presidente envía al Congreso una iniciativa de amnistía para liberar a indígenas, presos de conciencia, jóvenes vinculados con delitos contra la salud, adictos y mujeres encarceladas por abortar, todos, reos encarcelados por delitos menores.
Y también para sumarlos a la causa de la 4T, que busca más adeptos para hacer historia, dicho sea de paso.
Desde luego la amnistía propuesta guarda distancia con el exceso. No aplica para delincuentes reincidentes, ni aquellos que hayan cometido hechos de violencia extrema como homicidios, violaciones, lesiones graves o secuestro.
La amnistía pretende ser expresión del compromiso para aliviar injusticias por las carencias derivadas de la pobreza, la marginación y la corrupción, maldiciones eternas que ahorcan a nuestro México.
No es un indulto sino una vía para la reinserción social. Es un nuevo grito de independencia…
Es un ¡basta ya!, que seguramente irritará a adversarios conservadores, aferrados a leyes y códigos obsoletos, hundidos en pantanos de injusticia y desigualdad que tantos privilegios les reporta.