Ricos en proteínas y fibra, con niveles de ácidos grasos similares a los del pescado, insectos como gusanos de la harina, orugas, grillos, jumiles y hormigas chicatanas forman parte de las 549 especies comestibles y saludables conocidas en México.
Nuestro país puede convertirse en uno de los principales productores de insectos en el mundo.
Y en ese sentido, México debe estar a la vanguardia de la revolución del insecto comestible, en una industria que hoy tiene un valor estimado en el mercado global de 607.5 millones de dólares, que para 2025 se cree será el doble.
Los insectos han sido vistos por siglos como una alternativa de alimentación y los investigadores modernos creen que son el futuro nutricional de la humanidad.
Pero… a nivel mundial, enfrentan obstáculos como lo que la Organización Mundial para Agricultura y la Alimentación (FAO) define como el “factor asco”.
Para muchos en el mundo, especialmente el desarrollado, comer insectos resulta inaceptable, excepto cuando son parte de su tradición, como en el caso de los escargots (caracoles).
Pero como ocurre en otras actividades, ser el productor más rico no implica ser el más adelantado o el mejor comercializador.
Además de su variedad de insectos comestibles y su tradición prehispánica de comerlos, la firma de investigación de mercado Meticulous Research, citada por la revista electrónica OZY, hizo notar que México tiene 29% de las 2 mil especies de insectos comestibles de mundo, pero su parte del mercado es de sólo 1.7 por ciento.
Cierto que eso no quiere decir que no haya esfuerzos. Por ejemplo, la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) tiene la patente para cultivo, procesamiento y comercialización de chapulines para consumo humano.
La propia UNAM y otras instituciones de investigación mexicanas llevan décadas en esa investigación y han elaborado numerosos estudios sobre el valor nutritivo de los insectos y determinado su distribución en el país.
El clima cálido y húmedo de México es propicio para la cría de insectos, pero su industria va a la zaga de EU, Canadá, Países Bajos, Bélgica, Francia, Reino Unido, Dinamarca, Finlandia y muchos países asiáticos, en especial Tailandia, líder mundial en la industria.
Según la FAO e investigadores, un número creciente de compañías está en vías de desarrollar productos alimentarios a base de insectos como polvos, barras de proteínas, batidos y aceites, entre otros.
Pero a medida que los insectos son cada vez más promovidos en el mundo como una alternativa ecológica a la proteína, los críticos señalan una cultura generalizada de fumigación, una falta de regulaciones claras y apoyo gubernamental como factores principales que impiden que las empresas mexicanas se beneficien.
“El mercado mexicano de insectos comestibles está rezagado con respecto a muchos países, principalmente debido a factores como la falta de prácticas agrícolas: como muchos insectos no se cultivan, son atrapados en la naturaleza”, dice Shubham Lawande, un consultor de proteínas alternativas en Meticulous Investigation y autor del informe.
“Hay muy pocas empresas de procesamiento de insectos comestibles debido al alto costo de producción, la poca financiación y la falta de apoyo del gobierno”.
De acuerdo con OZY, Salvador Álvarez lo sabe muy bien. El empresario mexicano ha trabajado en la industria de insectos comestibles en México desde 2013, como enlace para empresas extranjeras y luego como fundador y director de su propia startup de gusanos de la harina, Órbita Verde.
Álvarez dice que existe una división cultural en el país: el centro y el sur de México tienen una larga tradición de atrapar insectos para comerlos, pero las personas en el norte los fumigan, porque los consideran una molestia. (JOSÉ CARREÑO FIGUERAS. EL HERALDO DE MÉXICO)