Cuando la Cámara de Diputados cumpla la orden superior de aprobar las leyes secundarias de la “contrarreforma” educativa, sólo habrá un ganador en todo este proceso: no el país, ni la infancia; no los educadores ni la cultura; no, nada más la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación; la CNTE disidente.
Tras el reiterado ciclo perverso de protestas, bloqueos, arreglos y de nuevo bloqueos y exhibiciones de fuerza, la CNTE beligerante sometió al Poder Legislativo y al Ejecutivo; ha impuesto su voluntad y ha obtenido todo cuanto venía reclamado… y algo más.
La CNTE potente se queda con el santo y la limosna.
Por su poderío y capacidad de ponerlo todo “patas arriba”, la CNTE protestante logró el pase automático, se le abrieron plazas docentes, se anularon los exámenes de admisión y se extinguió el Instituto de Evaluación Educativa (INEE), entre otras cosas.
Frente a la “evaluación punitiva” de la reforma derogada se impuso el sindicato punitivo. Reverdecen los tiempos triunfales de la dictadura sindical.
El gobierno se mimetizó con las causas de la CNTE intransigente, algo muy importante para un aliado electoral, en cuyas filas militan unos cien mil maestros, pocos, pero más efectivos que el millón y medio de profesores y trabajadores dóciles al sindicato tradicional.
El gobierno de la 4T prefiere a la CNTE potente como aliado estratégico para demoler, piedra por piedra, la reforma educativa del sexenio pasado… aunque cueste caro.