Tras 19 horas de negociación ininterrumpida después, los políticos de los partidos del Gobierno de gran coalición alemán salieron a presentar un multimillonario plan para hacer frente al cambio climático con el que poder cumplir con los compromisos internacionales de reducción de gases de efecto invernadero. Con las calles de Berlín y de las principales ciudades alemanas tomadas por manifestantes clamando acción climática ya, conservadores y socialdemócratas pusieron sobre la mesa un plan de 70 medidas y 54.000 millones de euros que se gastarán de aquí hasta 2023, como anunció en Berlín el vicecanciller y ministro de Finanzas, Olaf Scholz.
“Hay numerosas evidencias del mundo científico, y quien pretenda ignorarlas no actúa con justicia hacia el futuro”, dijo la canciller alemana, visiblemente agotada tras la maratoniana jornada negociadora. Merkel aseguró que la puesta en marcha de este plan Marshall del lucha contra el cambio climático no supondrá un endeudamiento presupuestario. Scholz aseguró que frente al temor a un impacto negativo en la economía “estamos asegurando puestos de trabajo”. “Utilizamos el cambio climático como una oportunidad para modernizar nuestra economía y crear puestos de trabajo nuevos y prometedores”, dijo en Berlín.
Poner precio a las emisiones de dióxido de carbono desde el origen, es decir, tasando a los productores de combustibles es uno de los principales puntos del programa, que afectará entre otros sectores al transporte, la agricultura o la vivienda. El plan contempla también una bajada del precio del tren y una subida de los vuelos nacionales. Se fomentará la reforma de las viviendas para que consuman menos energía y el fin del gasóleo en las calefacciones.
Merkel se jugaba con este paquete su legado como «canciller del clima», mención que obtuvo después de decretar el cierre de las nucleares, poner en marcha una mastodóntica transición energética y enfrentarse al negacionismo climático de Donald Trump. El objetivo de las nuevas medidas es alcanzar para 2030 una reducción del 55 % de las emisiones de CO2 (comparado con los niveles de 1990), en línea con lo acordado dentro de la Unión Europea, después de que Alemania, el sexto país del mundo que más CO2 escupe a la atmósfera, haya reconocido que incumplirá con la reducción de un 40% pactada para 2020.
Las organizaciones ecologistas han criticado sin embargo los planes del Gobierno por considerar que no van a lograr el objetivo de reducción de emisiones. Tobias Austrup, experto en energía de Greenpeace en Alemania, cree que el paquete “solo tiene puntos débiles. El Gobierno quiere conseguir mucho solo con subvenciones y no con medidas vinculantes. Esos planes solo lograrán la mitad de las reducciones comprometidas para 2030”, indica el experto por teléfono. Acelerar la eliminación del carbón —2030 en lugar del 2038 previsto—, que dentro de seis años todos los coches que se vendan sean eléctricos o una profunda revisión de la política agrícola que pase por reducir la producción de carne son para Greenpeace las prioridades.
Esta es probablemente la gran iniciativa política de esta legislatura, la última de Merkel como canciller. Los planes para refundar Europa y el resto de retos globales han quedado poco menos que en papel mojado, en una Alemania al borde la recesión y falta de tracción política. Eso, de puertas para afuera. En casa, la gran coalición que los conservadores del bloque de Merkel (CDU/CSU) comparten con los socialdemócratas (SPD) se tambalea y amenaza quiebra, debido en parte a la profunda crisis que atraviesa el socio minoritario. A final de año, además, los socios de la gran coalición tienen previsto hacer balance y decidir si merece la pena seguir adelante juntos. Por eso, este paquete del clima resulta decisivo también desde un punto de vista político.
Fuente: El País