Macron eliminó del menú la declaración final, presintiendo el peligro tras el giro inesperado de la precedente cumbre en Canadá, donde Trump rechazó firmar las conclusiones que había aceptado.
Adiós a «esos comunicados que nadie lee, que son el resultado de interminables querellas burocráticas», indicó ante la prensa presidencial.
Cuarenta años después, los Siete están enfrentados por un multilateralismo debilitado, la emergencia de nuevas potencias como China o un nacionalismo en auge en las democracias occidentales.
Francia, decidida a erigirse como mediador, no pierde la esperanza de lograr obtener algunas concesiones de Trump sobre el programa nuclear iraní, cuestión espinosa que amenaza con incendiar Oriente Medio.
París intenta obtener un alivio de las sanciones estadounidenses sobre el petróleo iraní a cambio de que Irán vuelva a respetar plenamente el acuerdo, así como negociaciones con Teherán sobre su programa balístico y su influencia regional.
Pero se anuncia complicado, después de que Trump reprochara a Macron hablar demasiado «por Estados Unidos».
La próxima cumbre se celebrará en Estados Unidos en 2020, que es el año de las elecciones presidenciales estadounidenses.
«Por lo que a Donald Trump le interesa que la cumbre tenga éxito […] y prepara el terreno para la próxima», anticiparon analistas políticos.
Macron pidió al G7 «hablar de la urgencia» del problema de los incendios en la Amazonía, lo que le valió la crítica del presidente brasileño Jair Bolsonaro.
La economía mundial, bajo la amenaza de recesión en un contexto de guerra comercial entre Estados Unidos y China, será igualmente foco de atención.
Rusia, excluida de este foro desde que anexionara Crimea en 2014, sería también sujeto de debate. Trump aboga -en contra de sus pares- por su reintegración.