La ganadería, la pérdida de la biodiversidad, la deforestación y, por supuesto, el cambio climático, son algunas de las causas más importantes de la degeneración de la tierra. Por ello, investigadores de la Universidad de Tufts de Boston (EU) han desarrollado un estudio en el que explican cómo las dietas a bese de plantas, el cultivo de insectos, la carne cultivada en laboratorios y los animales modificados genéticamente podrían ser soluciones para salvar el planeta.
En el estudio, publicado en ‘Fronteras en Sistemas alimentarios sostenibles’, los investigadores han asegurado que, debido a las preocupaciones ambientales, de salud pública y de bienestar animal asociadas con nuestro sistema ganadero actual, «es vital desarrollar métodos de producción de alimentos más sostenibles». De este modo, el cultivo de insectos tiene un requerimiento de agua y espacio mucho más bajo, sin embargo, como era de esperar según han afirmado los investigadores, los bichos son más difíciles de comer para los consumidores.
Asimismo, la carne cultivada en el laboratoriopodría exprimir el ahorro de agua y espacio sin comprometer el sabor. Sin embargo, cultivar células de carne de vacuno, cerdo o pollo podría requerir aún más energía y recursos que la cría de ganado. Una solución, ha explicado la autora principal del estudio, Natalie Rubio, puede encontrarse en la intersección de todas estas opciones: carne de insecto cultivada en el laboratorio, alimentada con plantas y modificada genéticamente para tener el máximo de crecimiento, nutrición y sabor.
«En comparación con las células cultivadas de mamíferos, aves y otros vertebrados, los cultivos de células de insectos requieren menos recursos y menos control ambiental que consumen mucha energía, ya que tienen menores requerimientos de glucosa y pueden prosperar en un rango más amplio de temperatura, pH, oxígeno y condiciones de osmolaridad», ha explicado Rubio. Además, las alteraciones necesarias para la producción a gran escala también son más fáciles de lograr con las células del insecto, que actualmente se utilizan para la biomanufactura de insecticidas, medicamentos y vacunas.
En la mayoría de los sistemas de cultivo de células musculares de mamíferos, las células deben fijarse en una sola capa a una superficie de crecimiento, lo que es complejo para aumentar la producción masiva de alimentos. Sin embargo, muchas células de insectos pueden crecer libremente flotando en una suspensión de medios de crecimiento para permitir la generación de células de alta densidad y costo-efectivas.
La tecnología desarrollada para estimular el movimiento de tejido de insectos para la bio-robóticatambién podría aplicarse a la producción de alimentos, ya que puede requerirse una contracción regular para que el músculo de insecto cultivado desarrolle una textura «carnosa». Un método particularmente eficiente es la ingeniería optogenética, mediante la cual las células se contraen en respuesta a la luz al introducir un nuevo gen, otra ventaja de las células de insecto, que aceptan modificaciones genéticas más fácilmente que otras células animales.
Sobre el sabor que tendrán estos alimentos la autora del estudio ha explicado que todavía se desconoce. «A pesar de este inmenso potencial, la carne cultivada de insectos no está lista para el consumo», ha señalado la autora. La investigación está en curso para dominar dos procesos clave: el control del desarrollo de células de insectos en el músculo y la grasa, y la combinación de estos en cultivos 3D con una textura similar a la carne.
Para este último, ha asegurado la autora, «las esponjas hechas de quitosano (una fibra derivada de hongos que también está presente en el exoesqueleto de invertebrados), son una opción prometedora». Además, los avances en el cultivo de células de insectos y la ingeniería de tejidos «pueden traducirse potencialmente en langosta, cangrejo y camarón, debido a la proximidad evolutiva de los insectos y crustáceos», ha concluido Natalie Rubio. (https://www.ecoticias.com)