El 20 de julio de 1969 el astronauta estadunidense Neil Armstrong, comandante de la misión Apollo 11, logró alunizar, tras recorrer 384 mil kilómetros de distancia. Así le daba la victoria a su país en la carrera espacial contra la Unión Soviética.
Su misión salió el 16 de julio, a cargo de Armstrong y de Edwin E. Aldrin.
Cuando el módulo Eagle alunizó, al menos 530 millones de personas fueron testigos del suceso: Armstrong se convirtió en el primer hombre en pisar la Luna y clavó en ella la bandera de EU.
El 24 de julio los tres astronautas lograron un perfecto amerizaje en aguas del océano Pacífico, poniendo fin a la misión.
Hoy, a cinco décadas de esta hazaña, la humanidad tiene planes de volver.
En enero, China logró enviar una nave no tripulada al lado oscuro del astro.
A estos planes se suman la Agencia Espacial Europea (ESA), que proyecta enviar un humano a la Luna en 2025 o 2026; los de Australia, que se prepara para explotar minas en la Luna para obtener agua y otros recursos o los de empresas privadas como SpaceX, que busca convertirla en un destino turístico.
Sin embargo, los planes más sólidos siguen al frente de Estados Unidos y Rusia, países que proyectan enviar misiones tripuladas en 2024 y 2025, respectivamente, y convertir al satélite en una base permanente para futuras misiones.
Para alcanzar su objetivo de regresar a la Luna, el presidente de EU, Donald Trump, destinó en mayo pasado mil 600 millones de dólares más al presupuesto de 21 mil millones de dólares de la NASA.
El interés de la humanidad parece centrarse en las grandes riquezas naturales que posee, como el helio-3, un combustible para la fusión nuclear que podría resolver la demanda mundial energética, y transformar el satélite en una gran atracción turística.