Si el tamaño de una figura pública se mide por la importancia de sus enemigos, el alcalde de Londres, el laborista y musulmán Sadiq Khan, ha encontrado un filón en Donald Trump. El presidente de Estados Unidos, quien inicia este lunes una visita de Estado de tres días al Reino Unido, ha echado mano de Twitter minutos antes de aterrizar en el aeropuerto de Stanstead para lanzar una de sus habituales diatribas contra el político londinense. «Sadiq Khan, que ha sido terrible como alcalde de Londres, ha criticado tontamente y de un modo desagradable la visita del presidente de Estados Unidos, el aliado más importante del Reino Unido de lejos. Es un perdedor irrecuperable que debería centrarse en combatir la ola de criminalidad en Londres», ha escrito Trump en un par de tuits incendiarios que concluía remarcando su entusiasmo con la visita: «¡Acabamos de aterrizar!», remataba el texto.
Khan, quien arrastra su particular batalla personal con el presidente estadounidense desde hace varios años, había dado la bienvenida al dignatario con una tribuna en el diario The Observer en la que comparaba su lenguaje con el de los «fascistas del siglo XX», y se ha prodigado en los medios para denunciar el racismo y la misoginia del político, «a quien el Reino Unido no debería recibir con alfombra roja», ha dicho.
La llegada de un presidente estadounidense, hasta el más popular de ellos, siempre garantiza una dosis mínima de controversia. Pero el caso de Trump rebasa las expectativas, gracias en parte a su tendencia a interferir en los asuntos domésticos con gatillo fácil y verbo poco diplomático. En las horas previas a su llegada, ha apoyado de modo público al euroescéptico Boris Johnson en la carrera por suceder a Theresa May en el liderazgo del Partido Conservador; ha sugerido al Gobierno británico que envíe a su amigo, el ultranacionalista Nigel Farage, a Bruselas, para negociar —imponer, más bien— a la UE las condiciones de un Brexit duro; ha llamado «desagradable» a Meghan Markle, la duquesa de Sussex, en una entrevista al diario The Times, aunque luego ha asegurado que no utilizó esa palabra (nasty, en el idioma original); y finalmente, ha asegurado que han sido varios los contendientes a suceder a May los que han acudido a él para pedirle su apoyo, pero sin querer dar nombres.
Se espera que cientos de miles de personas llenen este martes las calles de Londres para protestar contra la visita de Trump, y se verá de nuevo cómo sobrevuela la capital el globo gigante de Baby Trump, una caricatura del político estadounidense con cuerpo de bebé y en pañales. 10.000 policías se van a desplegar por los alrededores de la avenida de Whitehall y el número 10 de Downing Street, la residencia oficial y lugar de trabajo de la primera ministra, para evitar que los manifestantes le estropeen la fiesta al presidente de EE UU.
El líder de la oposición laborista, Jeremy Corbyn, y el de los liberales demócratas, Vince Cable, han rechazado la invitación a la cena de Estado que la reina Isabel II ofrecerá en la noche de este lunes a Trump en el Palacio de Buckingham.
Los principales medios británicos insisten en sus editoriales en pedir que se distinga a la persona de la institución. No les queda más remedio que admitir, implícitamente, que Trump no es precisamente un «líder del mundo libre» afable y carismático, pero señalan la necesidad de preservar a toda costa la «relación especial» que han mantenido el Reino Unido y Estados Unidos desde el final de la Segunda Guerra Mundial. En un momento en el que la credibilidad y reputación de los británicos está por los suelos gracias al desastre del Brexit, el establishment del país se esfuerza en preservar la dignidad de las instituciones frente a los previstos desplantes y boicoteos a la visita.
Trump no ha ayudado. Tanto él como su equipo presidencial no han disimulado sus simpatías hacia el ala más dura de los conservadores y han arengado desde la distancia la ruptura con la UE. Y se han lanzado promesas constantemente de un tratado comercial ventajoso como cebo para que el Gobierno británico pisara el acelerador y se decidiera a tirar adelante con el Brexit.
La visita concluye con una ceremonia oficial en la localidad costera de Portsmouth para celebrar el 75º aniversario del Día D, el desembarco de las fuerzas aliadas en Francia. La importancia de aquel momento histórico, recuerdan políticos e historiadores, debería bastar para poner la mejor cara durante los tres días que dure la visita del líder estadounidense, aunque Trump no sea Eisenhower ni May sea Churchill.
Fuente: El País