El Gobierno de China se enfrenta este martes a uno de los aniversarios más vergonzosos de su historia –el trigésimo desde la matanza de Tiananmen– y lo hace en la mejor tradición del comunismo chino: rehuyendo responsabilidades, negando la evidencia y criminalizando a las víctimas de la feroz represión que puso fin a las manifestaciones estudiantiles.
«Aunque puede que (un periodo de 30 años) sea solo un abrir y cerrar de ojos en el gran río de la historia, puede ser una eternidad en la vida de una persona. Durante 30 años, el polvo se ha elevado y caído, la luna ha crecido y decrecido, pero nada ha mitigado el trauma y el dolor en nuestro interior», reivindican las Madres de Tiananmen, un grupo de 155 familiares de víctimas de la masacre que se han atrevido a hablar públicamente y cuyas palabras recoge Efe.
«Se nos han secado las lágrimas, se nos han agotado las fuerzas y nuestros corazones están hechos añicos», aseguran en un comunicado emitido recientemente en el que conminan al Estado, por enésima vez, a que haga justicia.
Sin embargo, la única respuesta de Pekín ha sido más represión: cada vez que se acerca una fecha sensible, como este 4 de junio, el Gobierno chino se asegura de amordazarlas con vigilancia extra. Su voz no se puede escuchar en la censurada prensa estatal, y el chino medio no puede acceder a las noticias que la prensa extranjera escribe sobre ellas, ya que internet está sometido a un fuerte bloqueo en China.
El silencio oficial es la norma y el Partido Comunista Chino trata de ahogar cualquier referencia a las reivindicaciones democráticas o a sus propios crímenes en el «éxito económico» que el país habría logrado en las últimas décadas.
Así, mientras las referencias a «Tiananmen» o al «4 de junio» son impensables en boca de un funcionario chino, la opinión oficial señala que «sobre esa agitación política de finales de los 80 el Gobierno chino llegó a una conclusión hace tiempo: el enorme éxito económico que hemos logrado muestra que el camino de desarrollo que elegimos es el correcto», en palabras del portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores de China Geng Shuang. Un día antes, el ministro chino de Defensa, Wei Fanghe, manifestó la misma posición durante su participación en un foro en Singapur.
Aunque las Madres suman 155 familiares, la cifra de muertos fue superior, sin contar otro tipo de víctimas, como inválidos, huérfanos o exiliados. El número total sigue sin conocerse.
Distintas fuentes hablan de varios miles en una matanza que, a pesar de haberse popularizado como «la de Tiananmen», se produjo en numerosos distritos de la capital china, ya que muchos estudiantes fueron ejecutados después de haber sido localizado por las autoridades en sus propios hogares.
«Nadie sabe el número exacto porque, treinta años después, las autoridades chinas siguen haciendo todo lo que pueden para impedir que la gente pregunte sobre ese día o incluso hable de ello», afirman desde la ONG defensora de los derechos humanos Amnistía Internacional.
«La aceptación interesada de la comunidad internacional del acuerdo del liderazgo chino tras el 4 de junio –reforma económica sin reforma política– y la incapacidad para hacer que el liderazgo chino rinda cuentas por el asesinato de su propio pueblo han contribuido tristemente al pisoteo de derechos humanos en China que acontece hoy día», lamenta la directora ejecutiva de la organización Human Rights in China, Sharon Hom.
Las Madres de Tiananmen son la prueba, y continúan apenadas por el hecho de que la justicia y la memoria hayan sido sepultadas por el dinero.
«Durante años, muchas calles y callejones de Pekín –recuerdan– estuvieron agujereados por las balas y teñidos de sangre. Treinta años después, cuando las pruebas criminales han sido tapadas por la fachada de la prosperidad, hecha de grandes edificios y pasos elevados, los hechos de la masacre están grabados en la historia». Y concluyen: «Nadie lo puede borrar; ningún poder, por muy poderoso que sea, puede alterarlo; y no hay palabras o lenguas, por listas que sean, que puedan negarlo».
Fuente: libertaddigital.com