En un año en el que muchos fenómenos culturales pop -esto es, sagas que exceden largamente las pantallas en donde se proyectan volviéndose no sólo franquicias millonarias, sino también motivos de discusión, memes y analogías- llegaron a su final, Warner Channel emitió este domingo el último capítulo de The Big Bang Theory , en el que logró algo que ni Game of Thrones ni los Avengers consiguieron: una despedida que se sintió orgánica y fiel a su propia historia, sin huecos en la trama y con espacio para el humor y las lágrimas. Así, los nerds más famosos de la pantalla chica tuvieron su esperado final feliz.
Cerrar una sitcom popular no es fácil, ya que se trata de un formato más proclive al disfrute de episodios aislados que a la creación de una historia coherente a través de las temporadas con espacio para el crecimiento y evolución de sus personajes. De hecho, títulos como Friends, La Niñera o Los Simpson, por ejemplo, muestran que siguen siendo aún hoy más populares los capítulos en donde los personajes reinciden en sus errores y fortalezas que aquellos en donde hay giros sorpresivos o se resuelven conflictos relevantes.
En el caso de The Big Bang Theory, luego de más de una década al aire, el año pasado todo el equipo supo la noticia de que en 2019 llegaría su final, lo que permitió que sus guionistas pudieran ir cerrando tramas y despidiendo personajes secundarios con tiempo y con coherencia, un objetivo en el que muchos espectadores sintieron que Game of Thrones no cumplió con sus expectativas.
De este modo, en el episodio doble que puso en pantalla Warner Channel en la noche del domingo, cada uno de los seis protagonistas de la serie tuvo su momento de lucimiento: Sheldon y Amy, por un lado, finalmente ganaron el Premio Nobel por su teoría de la súper asimetría; mientras que Penny y Leonard descubren que están esperando un hijo, un trance por el que ya pasaron Howard y Bernadette, quienes a su vez están intentando retomar su vida de pareja a solas. Raj, finalmente, parece haber encontrado a la chica de sus sueños. nada menos que Buffy, la cazavampiros.
Sin traicionar los principios fundamentales que construyeron en 276 episodios, un récord para una comedia en los Estados Unidos, el final mantuvo el humor pero también el mismo conflicto que recorrió toda la serie: cómo lidiar con la personalidad de Sheldon, un nerd egoísta que parece siempre atento a sus propios intereses y obsesiones por encima de lo que le sucede a los demás.
De hecho, cuando Amy le recrimina que le rompió el corazón a sus amigos, quienes viajaron hasta Suecia para acompañarlos a la ceremonia de entrega del Nobel pero se sintieron traicionados por falta de empatía, Sheldon explica que lo hizo sin querer, que nunca fue su intención. «Lo sé, nunca es tu intención y esa es la única razón por la que la gente te tolera», le responde su esposa, confesando que incluso ella también en ocasiones sólo puede tolerarlo. Es un momento triste y amargo para una sitcom pero también un reconocimiento de que así son las relaciones interpersonales en la vida real: una mezcla de amor con la aceptación de los errores y zonas oscuras del otro.
La única decisión que generó debate entre fanáticos y seguidores fue la del embarazo de Penny, quien en muchas ocasiones a lo largo de los años había afirmado que no quería ser madre, un rasgo que la distinguía de tantas otras protagonistas de comedia. Aquí, sin embargo, se encuentra con «un accidente» y decide llevar adelante la gestión junto a Leonard, consolidando una pareja que hace un par de años parecía imposible y que con el paso de los capítulos se volvió un eje central de la historia, y que resistió varias crisis.
La escena final, con los siete amigos comiendo y riendo en el departamento mientras suena una versión acústica del tema de la presentación, interpretada por The Barenaked Ladies, es un mimo a los televidentes y una forma de acompañar el natural duelo que deberán hacer tanto el equipo delante y detrás de cámara, como la misma audiencia.
Por qué el cierre de una serie de doce años que supo tener episodios con audiencias que superaron los 20 millones de televidentes en su país no fue el fenómeno cultural a la altura de Game of Thrones o incluso de producciones más modestas como Veep genera muchos interrogantes y pocas respuestas. ¿Será que hay «series cool» que tienen televidentes más activos en redes sociales que otras o será que no queda bien confesar públicamente que se disfrutan programas que no son provocadores o innovadores? The Big Bang Theory fue, quizá, la última sitcom tradicional que veremos en muchísimos años, con un formato que incluso en su debut parecía ya vintage. Tal vez ya no sea suficiente tener una fórmula que funciona con la precisión de un reloj y un elenco sin estrellas pero con gran química para afirmar que se está en presencia de un suceso. O tal vez en esta supuesta era dorada de las series, la parafernalia que generan algunas producciones a su alrededor basta para reducir el impacto de las grandes series populares y convertirlo en pura espuma.
Fuente: La Nación