En 1966, cuatro años antes de recibir el Premio Nobel de Economía, Paul Samuelson dijo con sorna que los descensos del mercado de valores habían predicho correctamente nueve de las últimas cinco recesiones estadounidenses. Bien, pues ya quisieran los economistas predecir con tanto tino.
Ahora que el rumor de una recesión vuelve a los pasillos de los bancos centrales y acecha a los mercados financieros, una mirada al pasado sugiere que los expertos en alertar de los puntos de inflexión en el crecimiento económico tienen un pésimo historial a la hora de predecirlos. A diferencia del mercado de valores, que ve recesiones donde no las hay, es más probable que estos profesionales ni siquiera las vean venir. El caso más paradigmático, por supuesto, fue la incapacidad o fracaso generalizado para pronosticar la Gran Recesión de Estados Unidos que comenzó en diciembre de 2007, nueve meses antes de que Lehman Brothers se declarara en bancarrota.
Este febrero, Andrew Bridgen, economista jefe de la consultora londinense Fathom Consulting, reveló que de las 469 recesiones experimentadas desde 1988, solamente cuatro fueron pronosticadas por el Fondo Monetario Internacional (FMI) en la primavera del año precedente a su ocurrencia. En la primavera del año en que se produjo la recesión, el FMI pronosticó 111 crisis económicas, menos de una cuarta parte de las que sucedieron. Bridgen escribió que mientras los economistas del FMI que monitorean a Guinea Ecuatorial, Papúa Nueva Guinea y Nauru pueden presumir de buen ojo en sus pronósticos, el resto falló. «Desde 1988, el FMI no ha pronosticado una recesión en una economía desarrollada con una antelación de algo más que unos pocos meses», dice.
Los economistas del FMI señalan que no son los únicos que no ven venir las crisis. Un reciente documento de trabajo de Zidong An, Joao Tovar Jalles y Prakash Loungani reveló que de las 153 recesiones en 63 países entre los años 1992 a 2014, solo cinco fueron pronosticadas por un consenso de economistas del sector privado en abril del año precedente. Y los economistas tendieron a subestimar la magnitud de la recesión hasta que el año casi había terminado.
Los desaciertos de los economistas vuelven a estar en el punto de mira ahora que la economía mundial atraviesa una desaceleración. El crecimiento en China sigue enfriándose, mientras que la zona euro muestra una débil economía. Italia ya está en recesión, y Alemania y Francia corren el riesgo de estancarse. El 22 de marzo, el mercado de bonos de Estados Unidos emitió una señal de alerta cuando el rendimiento de la nota del Tesoro a diez años cayó por debajo del rendimiento de los títulos a tres meses.
Ese cambio en el patrón normal de las tasas de interés, conocido como inversión de la curva de rendimiento, generalmente presagia una recesión, aunque el tiempo transcurrido antes de que se produzca varía ampliamente.
Entre tanto, en una encuesta reciente de los economistas de la National Association for Business Economics, el 42 por ciento pronostica una recesión en Estados Unidos a partir del próximo año, el 10 por ciento predice una este año, y el 25 por ciento la prevé para 2021.
¿Por qué fracasan los pronósticos de los economistas? La razón principal es que es, sencillamente, un trabajo difícil. La información económica es incompleta y llega con retraso. Y los vaivenes en la economía suelen ser abruptos. Algunos son causados por choques financieros, como el pánico bursátil, que son impredecibles.
Loungani, quien trabaja en el FMI, dice que la falta de incentivos también puede ser en parte culpable. A diferencia de los gestores de cartera, los economistas no ponen dinero en su capacidad para predecir con precisión las recesiones, y los fallos rara vez terminan con sus carreras.
El fenómeno conocido como “pensamiento de grupo” también puede ser un obstáculo. Los profesionales del pronóstico se sienten más seguros dentro del consenso colectivo en lugar de arriesgarse a dar la voz de alarma. Además existe una tendencia a aferrarse a las predicciones incluso después de que surja evidencia contraria.
El artículo coescrito por Loungani revela que no predecir una recesión es un error mucho más común que predecir una que no ocurre. Por otro lado, una forma segura de no ignorar las señales de una recesión es predecir constantemente una, pero ser impreciso acerca del momento en que llegará. Extender el horizonte temporal es una táctica común. Predecir una contracción en 18 a 24 meses a futuro es una apuesta razonable: desde 1959, la posibilidad de que la economía estadounidense entre en recesión en cualquier mes dado ha sido de aproximadamente el 13 por ciento, según Tom Stark, subdirector del centro Real-Time Data Research Center del Banco de la Reserva Federal de Filadelfia (Stark dice que esa estadística no se puede usar para calcular la probabilidad de una recesión en los próximos dos años).
Con todo, Loungani ve cierto espacio para el optimismo en el comportamiento actual de los economistas. En ciclos anteriores, se dedicó mucho análisis a cómo habían cambiado los tiempos y por qué el ciclo económico se había domesticado, con más aterrizajes suaves y menos recesiones rotundas. Azuzada por el fracaso en predecir la última recesión, la profesión ha pasado la última década examinando cómo terminan las expansiones y discutiendo las herramientas políticas que pueden necesitarse para estabilizar una economía que se está desacelerando. Hoy por hoy, los economistas de JPMorgan Chase & Co. les dicen a los clientes que hay un 40 por ciento de posibilidades de una recesión durante el próximo año. «Esa es una mejor narrativa que declarar que estamos en una nueva economía y que el ciclo económico ha muerto», dice Loungani.
Fuente: El Financiero