El papa Francisco expresó el domingo su preocupación por la despoblación de Bulgaria, y pidió que el país actúe para erradicar la emigración masiva de su juventud y combata el “invierno demográfico” que atraviesa.
Tras su llegada a Sofía, para un viaje de tres días en Bulgaria y Macedonia, dos países de mayoría ortodoxa, el pontífice pronunció un discurso antes las autoridades civiles y políticas búlgaras.
“Bulgaria debe afrontar las consecuencias de la emigración, que se ha producido en los últimos decenios, en la que más de dos millones de connacionales han salido buscando nuevas oportunidades de trabajo“, dijo Francisco, describiendo “la despoblación y el abandono de tantos pueblos y ciudades“.
Según Naciones Unidas, Bulgaria es el país que pierde más rápidamente población en el mundo, debido a la emigración, una natalidad baja y una mortalidad superior a la media europea, un fenómeno que afecta a numerosos países de los Balcanes y de Europa central.
La población búlgara, hoy en día de siete millones de habitantes frente los nueve millones tras la caída del comunismo, podría pasar a 5,4 millones en 2050.
Para luchar contra la disminución de la natalidad, calificada de “invierno demográfico”, el papa pidió más esfuerzos para crear “unas condiciones favorables con vistas a que los jóvenes puedan invertir sus nuevas energías y programar su futuro personal y familiar”, en su “patria”.
– “No cerrar los ojos” –
Infatigable defensor de los refugiados, el pontífice argentino abordó después el tema de aquellos que huyen “de la guerra y los conflictos o la miseria”, una cuestión muy sensible en Bulgaria. Y, en alusión a la propia tragedia de la emigración en el país, Francisco pidió a los búlgaros “no cerrar los ojos, ni el corazón, ni la mano a quien llama a vuestra puerta“.
Este país fronterizo con Turquía, el más pobre de la Unión Europea, vio transitar un número importante de migrantes durante la crisis migratoria de 2015 y 2016.
El programa del papa incluye una visita, el lunes, a un centro de acogida de la periferia de Sofía para saludar a refugiados.
El partido conservador del primer ministro Boiko Borisov gobierna desde 2017 con formaciones nacionalistas, cuyos representantes “recurren a los discursos de odio y a comportamientos agresivos contra los grupos más vulnerables de la sociedad para aprovechar los miedos de la población”, lamenta el primer informe de la rama búlgara de la oenegé Comité de Helsinki.
“Es fácil levantar muros, pero es difícil construir puentes“, dijo el domingo al papa el jefe de Estado búlgaro, Roumen Radev, cercano a los socialistas, asegurando que la “sociedad búlgara no tolera el racismo ni la xenofobia“.
El papa rezó luego en soledad en la catedral ortodoxa de Alejandro Nevski, el principal monumento de Sofía, ante el trono de los santos Cirilo y Metodio, dos hermanos venerados por haber evangelizado a los eslavos en el siglo IX.
Los jerarcas de la Iglesia ortodoxa rechazaron por unanimidad cualquier servicio religioso o de oración junto al papa Francisco, líder de 1,300 millones de católico.
Encerrada en sí misma y más bien cercana a Moscú, la Iglesia búlgara es la única en el mundo ortodoxo que boicotea una comisión de diálogo interreligioso con el Vaticano.
Una actitud que algunos fieles búlgaros le reprochan: “Soy cristiana ortodoxa, pero admiro la apertura y la sensibilidad del papa Francisco. ¿Por qué apegarse a dogmas de la Edad Media? No hay más que un Dios”, consideró Dora Kraytcheva, de 48 años.
Un 82,6% de los búlgaros se declaran ortodoxos, un 12%, musulmanes y 0,6% católicos, esto es, 44.000 personas de los siete millones de habitantes.
Fuente: AFP