Ganar se ha hecho costumbre para el América. Mucho más cuando se trata de un rival como Cruz Azul: en partidos de Liga, Copa, Liguilla o aquellos que definen un campeonato.
La historia volvió a ser la misma en el Estadio Azteca. Un fantasma amarillo que se impuso en los cuartos de final y avanzó con paso firme, provocando los peores recuerdos del otro lado.
El resultado es tan sólo una parte de este clásico joven. Pero refleja, por sí mismo, el dominio que han marcado las Águilas en el último siglo de enfrentamientos ante La Máquina: 20 años sin perder en una instancia de ida y vuelta; un invicto de 15 duelos desde su última derrota, en el 2004; además de las dos victorias que le dieron un campeonato (Clausura 2013 y Apertura 2018).
A diferencia de otro tiempo, Cruz Azul fue el equipo dominante, el de la iniciativa y las mejores ocasiones de peligro. Sobre todo en el primer tiempo, con Jonathan Rodríguez siendo el responsable de tres fallas claras frente a Agustín Marchesín. Ante un América dormido y sobrado en confianza, La Máquina aceleró con el empate a cero.
Producto de su ansiedad, el técnico Pedro Caixinha intercambió insultos y manotazos con Miguel Herrera, luego de un choque de cabezas entre Igor Lichnovsky y Guido Rodríguez. Ya en el complemento, creció la esperanza. Un derechazo de Rodríguez en el área, tras un pase largo de Roberto Alvarado, puso adelante a los celestes a los 47 minutos.
El triunfo fue justo para los dirigidos por Pedro Caixinha, pero no suficiente. El peso de la historia dejó en el camino el mismo desenlace. Porque hay algo en este tipo de encuentros que diferencia al América: la mentalidad, el temperamento, incluso cuando los partidos resultan adversos como el de anoche.
La ventaja en el juego de ida no tuvo camino de vuelta. Fue inalcanzable. A las Águilas las acompaña una estela ganadora sobre La Máquina. Tan clara como el resultado final: un 3-2 que alimenta el orgullo de los americanistas. Y que puede terminar con el ciclo de Caixinha como consecuencia, después de consumar un nuevo fracaso.
Fuente: El Heraldo de México