Al contenido radical en las redes sociales de Estados Unidos se le cierran las últimas puertas cuando la campaña electoral presidencial de 2020 está a punto de tomar velocidad. Facebook anunció este jueves el cierre definitivo de varias páginas vinculadas a personajes de ultraderecha como Alex Jones y Milo Yiannopuolos. El primero es un locutor que lleva dos décadas propagando conspiraciones bajo la marca Infowars. El segundo fue la estrella de la web de bandera de la derecha alternativa Breitbart.
Entre las páginas vetadas está también la del reverendo Louis Farrakhan. Se trata de un personaje más difícil de clasificar. Farrakhan es un predicador radical de Chicago vinculado al grupo Nación del Islam, cuyo discurso contiene referencias antisemitas. Los anteriores vetos de las grandes redes sociales a cuentas de ultraderecha fueron criticados por no actuar contra personajes considerados como Farrakhan, considerado un enemigo ideológico.
Además de las cuentas en sí, Facebook ha eliminado grupos de discusión y páginas de apoyo a estos personajes. En un comunicado, Facebook anunció el veto a estás páginas por considerarlo “peligroso”. “Siempre hemos prohibido a individuos y organizaciones que promueven o ejecutan la violencia y el odio, independientemente de su ideología. El proceso para evaluar las posibles violaciones es largo y nos ha llevado a la decisión de retirar estas cuentas hoy”, afirma Facebook.
El debate sobre la difusión de contenido de odio y radical en las redes sociales se intensificó en Estados Unidos a raíz de los grupos de ultraderecha que arroparon en Internet la candidatura de Donald Trump a la presidencia en 2016. Poco a poco, las plataformas que antes argumentaban que ellas solo ponían las herramientas de comunicación y no eran responsables del contenido, han ido cambiando su posición porque se ha convertido en una mancha en su imagen.
El movimiento ha sido criticado entonces por la derecha, que se ha quejado de que las redes sociales están dejando de ser compañías tecnológicas para erigirse en árbitros del debate público. Organizaciones de derechos civiles también han advertido de este peligro de que sean compañías como Facebook las que digan lo que se puede decir y lo que no en un país en el que la libertad de expresión, en su sentido más radical, es un pilar constitucional indiscutible.
El debate sobre el lado perverso de las redes sociales está en su apogeo en Estados Unidos. La semana pasada, la congresista Alexandria Ocasio-Cortez, estrella mediática y un caso de uso magistral de las redes sociales, declaró en una entrevista que iba a reducir su uso de Twitter porque las redes son “un riesgo para la salud pública”.
Facebook ya había vetado cuatro páginas completas de Infowars el verano pasado por difundir discurso de odio. “Lo hemos quitado porque glorifica la violencia y utiliza un lenguaje deshumanizante para describir a las personas transgénero, musulmanes e inmigrantes”, dijo Facebook entonces. La decisión llegó dentro de una oleada en la que Twitter, YouTube, Apple y Spotify también vetaron al locutor, famoso por conspiraciones disparatadas de ultraderecha como decir que la matanza de la escuela Sandy Hook fue un montaje (el caso está en los tribunales). Jones se consideró entonces víctima de una persecución política de la izquierda bienpensante. El presidente Donald Trump, que en 2015 dijo que Jones tenía una “reputación increíble”, impulsó públicamente esta idea de que las redes están vetando a sus apoyos mediáticos.
Alphabet (matriz de Google) comunicó a un comité de la Cámara de Representantes que ha purgado de forma manual más de un millón de videos de YouTube por difundir el terrorismo. La empresa hacía esta revelación en una carta conocida este mismo jueves. La empresa ha gastado cientos de millones de dólares en eliminar contenido de este tipo. El pasado marzo, un terrorista supremacista blanco atacó dos mezquitas en Nueva Zelanda y lo retransmitió en Facebook. El Comité de Interior pidió entonces a las grandes compañías que se esforzaran más por eliminar contenido político de sus plataformas.
Fuente: El País