Niki Lauda falleció el 20 de mayo a los 70 años. Pero si atendemos a la cuestión de nacer podríamos decir que lo hizo dos veces. Una en Viena, en 1949, en el seno de una familia adinerada. Otra, durante un día lluvioso en el circuito alemán de Nürburgring, cuando se celebraba el Gran Premio de Alemania de 1976. Fue este segundo nacimiento el que lo convirtió en una leyenda.
Los que eran sus competidores, Arturo Mezzario, Harald Ertl y Guy Edwards, detienen sus coches y se apresuran a rescatar a Lauda. Son conscientes de que en circuitos tan largos los servicios de urgencia pueden tardar demasiado tiempo en llegar
Cualquiera que viese el accidente, ya sea en directo, en televisión o en los vídeos que hoy en Internet lo recuerdan y suman millones de visitados por su trágica espectacularidad, aseguraría que de ahí no podía salir nadie con vida. El Ferrari de Niki se estrella frontalmente, rebota hacia el centro de la pista envuelto en llamas tras dar varias vueltas y es embestido después por otro automóvil que venía detrás de él y no puede maniobrar a tiempo. El cuerpo de Lauda lleva ya demasiados segundos envuelto en el fuego.
Aquí la tragedia se convierte en un acto heroico y de solidaridad. Los que eran sus competidores, Arturo Mezzario, Harald Ertl y Guy Edwards, detienen sus coches y se apresuran a rescatar a Lauda. Son conscientes de que en circuitos tan largos los servicios de urgencia pueden tardar demasiado tiempo en llegar. Ayudados solo con un extintor de mano, ven como sus propios trajes se queman mientras auxilian a su compañero.
Niki sufrió quemaduras de tercer grado en la cara, la cabeza y las manos e inhaló gases que le dañaron los pulmones. Perdió casi en su totalidad su oreja derecha y los párpados. Trasladado inmediatamente a la unidad de cuidados intensivos, un cura llegó a darle la extremaunción.
Su recuperación asombró al mundo. 40 días después, con sus heridas aún sin curar (la cirugía reconstructiva que le ayudó a volver a usar sus párpados todavía no era totalmente funcional) volvió a correr de nuevo en el circuito de Monza. Solo se había perdido dos carreras. Bien por irresponsabilidad o por cabezonería de héroe, volvió a ser campeón del mundo dos veces (en 1977 y en 1984).
Si su vida hasta aquí es el relato de un héroe del deporte, a partir de los ochenta es la de un tiburón de los negocios. No tuvo su propia aerolínea, tuvo tres: Lauda Air, Niki y LaudaMotion. Escribió cinco libros y, ya que se vio obligado a llevar una gorra para tapar las heridas de su cabeza secuela del terrible accidente, se encargó de asegurarse de que fuese un espacio publicitario privilegiado y carísimo. Según una entrevista que concedió en 2009, un anunciante llegó a pagar casi un millón de euros por estampar en ella el nombre de su marca.
Fuente: El País