Cristina Fernández de Kirchner será candidata. Pero no a la presidencia de la República Argentina, sino a la vicepresidencia. Concurrirá detrás de Alberto Fernández, que fue jefe de gabinete durante el mandato de Néstor Kirchner y también, durante un año, bajo la propia Cristina Fernández. La ex presidenta dejó atónita a toda la clase política, gobierno incluido, con un anuncio tan inesperado como inusual. Por primera vez en la historia, fue la aspirante a la vicepresidencia quien anunció una candidatura presidencial. El “ungido”, Alberto Fernández, hablará por primera vez ya como aspirante el lunes en Santa Cruz, la provincia patagónica de los Kirchner.
Los argentinos despertaron el sábado con una gran sorpresa. A las 9 de la mañana, la ex presidenta colgó en su cuenta de Twitter un discurso de casi 13 minutos, leído sobre un fondo de imágenes, para dar a conocer una decisión que nadie había imaginado ni como hipótesis descabellada: “Le he pedido a Alberto Fernández que encabece la fórmula que integraremos juntos, él como candidato a presidente y yo como candidata a vice, para participar en las próximas elecciones primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias”.
Alberto Fernández utilizó las radios y las redes sociales para explicar que su antigua jefa le había convocado el miércoles y le había propuesto la fórmula Fernández-Fernández, que él aceptó de inmediato. También a través de las redes se declaró dispuesto a trabajar para “devolver la dignidad a los millones de argentinos y argentinas que este gobierno ha sumido en la marginalidad y en la pobreza”.
El antiguo jefe de gabinete (jefe de gobierno) rompió con Cristina Fernández en 2008 y desde entonces fue muy crítico con ella. “En el último mandato de Cristina es dificilísimo encontrar algo virtuoso”, dijo en 2015. La acusó de perder contacto con la realidad: “Llegó a decir que Alemania estaba peor que nosotros en materia de pobreza, sostuvo hasta el final que el cepo (control de cambios) no existía y que la inflación no importaba, eso es negación, una negación terca, por momentos absurda”. Pero cuando la ex presidenta presentó su libro Sinceramente en La Rural, el pasado día 9, Alberto Fernández estuvo en primera fila, aplaudiendo.
El frente judicial de Cristina Fernández de Kirchner parece hoy más agitado que el político. La expresidenta se sentará por primera vez ante un tribunal el martes, en una causa que investiga una presunta red de corrupción vinculada a los contratos de obra pública durante su Gobierno. En total son diez los expedientes que llevan su nombre, y cinco de ellos ya están listos para el juicio oral, es decir, que los jueces a cargo terminaron con la etapa de instrucción y sólo falta que un tribunal juzgue y dicte sentencia. El juez Claudio Bonadio lleva ocho de los 10 expedientes. En el transcurso de las investigaciones, el magistrado pidió cinco veces la prisión preventiva de Cristina Fernández, pero la negativa del Senado a retirarle los fueros que tiene como legisladora le permitió hasta ahora seguir en libertad.
El listado de acusaciones contra Fernández de Kirchner es variado. El grueso de los expedientes se desprende de la llamada “causa de los cuadernos”, un largo listado de presuntos delitos de corrupción recopilado durante años por un chófer del poder. Bonadio considera a la expresidenta jefa de una asociación ilícita que operó entre 2003 y 2015 para hacerse con dinero público. Otras causas no tienen que ver con dinero sucio, sino con decisiones oficiales, como el memorando firmado con Irán para destrabar la investigación del atentado terrorista de 1994 contra la AMIA o una operación de compra de dólares que realizó el Banco Central que se saldó con millonarias pérdidas para las arcas oficiales.
Cristina Fernández admitió en su anuncio que con Alberto Fernández, “a quien conozco desde hace más de 20 años”, había “tenido diferencias”. “Es cierto”, siguió, “tan cierto como que fue jefe de gabinete de Néstor (Kirchner) durante toda su presidencia, y lo vi junto a él decidir, organizar, acordar y buscar siempre la mayor amplitud posible del gobierno”.
Llamó a los otros sectores del peronismo, y más allá, a formar una coalición amplia: “Se va a tratar de gobernar una Argentina otra vez en ruinas, con un pueblo otra vez empobrecido, en una situación de endeudamiento y empobrecimiento peor que la de 2001”. “Está claro, entonces, que la coalición que gobierne deberá ser más amplia que la que haya ganado las elecciones”.
La noticia dejó descolocada a la clase política. El peronismo federal, moderado, que tiene previsto reunirse la semana próxima en torno al recién reelegido gobernador de Córdoba, Juan Schiaretti, deberá decidir si mantiene su proyecto de “tercera vía” o se suma al proyecto Fernández-Fernández. Alberto Fernández estuvo junto a Sergio Massa, uno de los líderes renovadores, en las anteriores elecciones, y pese a su falta de tracción electoral (jamás figuró en ningún sondeo) cuenta con más capacidad que Cristina Fernández para atraer a sectores no kirchneristas.
El propio Massa dijo, tras conocerse la noticia, que estaba “abierto a la negociación”. Daniel Scioli, que fue vicepresidente con Néstor Kirchner y perdió las pasadas presidenciales por tres puntos escasos frente a Mauricio Macri, comentó que sus únicos enemigos eran “las políticas de ajuste” y agregó que eran necesarias “unas grandes primarias”. Otros precandidatos peronistas, como Felipe Solá y Agustín Rossi, se retiraron de inmediato para sumarse a la candidatura de los Fernández.
El presidente Mauricio Macri y más que probable candidato a la reelección reaccionó al anuncio sin mencionar la sorprendente candidatura: “Volver al pasado sería autodestruirnos”, dijo.
Para algunos, la fórmula propuesta por Cristina Fernández de Kirchner recuerda mucho a la de 1973, cuando el peronista Héctor Cámpora llegó a la presidencia con el general Juan Domingo Perón aún en el exilio madrileño. Aquella fórmula era “Cámpora a la presidencia, Perón al poder”. Ahora sería, según los críticos, “Fernández a la presidencia, Fernández al poder”. Por otra parte, si los Fernández lograran unificar a todo el peronismo, tendrían la victoria al alcance de la mano.
La vicepresidencia de la República comporta la presidencia del Senado. No se trata de un puesto con poder ejecutivo. Pero ofrece el blindaje del aforamiento, potencialmente muy útil para una Cristina Fernández con numerosas causas judiciales abiertas. El próximo martes, la candidata a vicepresidenta se sentará por primera vez en el banquillo de los acusados en la apertura de un juicio por prevaricación en la concesión de obras públicas.
Fuente: El País