¿Qué queda de Notre Dame tras el incendio? Las llamas lograron devorar esta joya del arte gótico, repleta a su vez de innumerables tesoros de los últimos siglos, cuyo valor es incalculable. Aun así, muchas obras pudieron salir intactas de Notre Dame gracias a la acción de “una cadena humana”, en palabras de la alcaldesa de París, Anne Hidalgo, compuesta por los bomberos, los agentes de seguridad, el equipo del arzobispado y los técnicos del Ministerio de Cultura francés.
La situación mejoró hacia la medianoche, cuando el fuego retrocedió y las bases del edificio dejaron de peligrar. Aun así, las autoridades alertan sobre la fragilidad del conjunto. “La estructura principal está salvada, pero la situación sigue siendo precaria”, advertía el ministro de Cultura, Franck Riester, a France Inter, recordando que “tres partes de la bóveda están agujereadas” y alertando sobre un posible efecto dominó. “La arquitectura gótica tiene tal precisión que, si una parte se hunde, puede perturbar el conjunto de la construcción”, previno el ministro, que también ha confirmado que las obras rescatadas serán trasladadas al Louvre.
La corona de espinas y la túnica de San Luis, piezas clave del llamado tesoro de Notre Dame, fueron salvadas durante el incendio. La corona, conservada hasta la Revolución Francesa en la Sainte-Chapelle, edificio construido expresamente para albergarla, reposa en Notre Dame desde el año 1806. A finales del siglo XIX, ese valioso relicario, el más venerado por los católicos, fue colocado dentro de un tubo circular de oro y cristal, en el que permanece hoy. Otros relicarios de gran valor, como el fragmento de la Cruz del Calvario y uno de los clavos que sirvieron para fijar a Cristo, también escaparon a las llamas. El tesoro fue trasladado al Ayuntamiento de París, situado cerca de Notre Dame, y tendría que ser transportado al Museo del Louvre.
Los llamados beffrois, las dos torres principales del edificio que albergan las campanas, fueron salvados, según el portavoz de los bomberos de París, Gabriel Plus, pese a que el fuego llegase a incendiar una parte de la torre norte. Mientras tanto, las 16 estatuas de cobre que fueron colocadas bajo la aguja en 1860, durante la ampliación de Notre Dame en el siglo XIX, escaparon a las llamas por milagro. Esas efigies, que representan a los doce apóstoles y a los cuatro evangelistas, habían sido desmontadas por las autoridades francesas el 11 de abril en el marco de la restauración en curso. Tenían que volver a su lugar en 2022.
El altar también estaría a salvo, según una fotografía difundida en las redes sociales por el padre Pierre-Hervé Grosjean, de la diócesis de Versalles. La gran pieza de mármol y la cruz que lo presiden seguirían en su lugar. En cambio, el estado de la monumental Piedad colocada en el ábside, que esculpió Nicolas Coustou en el siglo XVIII, sigue siendo incierto.
¿Qué ha quedado destruido?
La aguja de Viollet-le-Duc, que se alzaba a 93 metros del suelo, y el campanario situado en la parte posterior de la nave desaparecieron al comienzo del incendio, igual que el armazón del siglo XIII, conocido como “el bosque” por las toneladas de troncos de roble que sirvieron para construirlo. Uno de los órganos de Notre Dame, obra de Aristide Cavaillé-Coll, también estaría dañado. “Es demasiado pronto para hacer un diagnóstico total y un inventario del desastre, pero el órgano parece estar perjudicado”, confirmó este lunes el ministro de Cultura, Franck Riester. El instrumento, construido entre los siglos XV y XVIII, cuenta con un total de 8.000 tubos y una caja adornada con autómatas, y había sido restaurado en 2014.
El fuego no pudo alcanzar los grandes cuadros de los siglos XVI y XVII, conocidos como Mays, que colgaban de las paredes de la nave, el coro y las capillas. Pero todos ellos sí quedaron dañados por el agua, según admitió Riester, que anunció una restauración inmediata. Sus grandes dimensiones impidieron que fueran descolgados a tiempo. Esas escenas religiosas, que recuerdan la vida de los apóstoles, fueron obsequios del gremio de orfebres parisinos entre 1630 y 1707. Llegaron a existir 66, de los que 13 seguían expuestos al público hasta ayer. Entre sus autores figuran pintores de renombre en la época, como Charles Le Brun y Jacques Blanchard.
Mientras tanto, los tres grandes rosetones del siglo XIII permanecerían en su lugar, según el portavoz de la catedral, André Finot, pero algunas vidrieras del siglo XIX habrían sido víctimas del calor, que logró fundir el plomo que sostiene sus fragmentos de cristal.
Fuente: El País