Carlos Ferreyra
Lo tomo textual del portal de “Animal Político”, es la transcripción del suceso más importante en lo que va del feneciente sexenio (empezó a morir apenas al nacer) porque habrá que reconocer en el discurso presidencial la advertencia que es más bien amenaza contra quienes lo contravengan o apenas lo contradigan:
“El viernes pasado estuvo aquí un reportero, yo le diría cirquero, del grupo Televisa, filial de Univisión, increpándole por el tema de la inseguridad en el país. Yo no recuerdo, yo revisé que el señor no haya hecho reportajes por los miles de muertos que hay en Libia, que hay en Irak, que hay en Haití a consecuencia de las invasiones ordenada por Bush y Barack Obama. Tampoco recuerdo que haya hecho un reportaje sobre los miles de pesos que recibió Televisa por publicidad cuando acallaron la violencia durante los gobiernos de Fox, Calderón y Enrique Peña Nieto. ¿Qué opinión le merece, presidente, o qué sabor de boca le deja que reporteros vengan a increparle y que acallen la violencia que existe en el país a cambio de publicidad?”.
La respuesta del mandatario fue la siguiente:
“Con una revolución de las conciencias se ha avanzado muchísimo, es otra la mentalidad del pueblo. Entonces, esto nos ayuda mucho para que los ciudadanos sean al final de cuentas los que pongan a cada quién en su lugar, que nos pongan tanto a los ciudadanos como a las autoridades, a los medios en nuestro lugar para que todos aprendamos a respetar al pueblo, no pensar que el pueblo es menor de edad o que el pueblo es tonto. Tonto es el que piensa que el pueblo es tonto…
…el otro día vi con motivo de esta entrevista, a un columnista diciendo que los que venían aquí no eran buenos periodistas, que Jorge Ramos sí era muy buen periodista. No. Yo pienso, con todo respeto discrepo, creo que ustedes no sólo son buenos periodistas, son prudentes porque aquí los están viendo y si ustedes se pasan, pues, ya saben lo que sucede…
…no soy yo, es la gente; no es conmigo, es con los ciudadanos, que ya no son ciudadanos imaginarios. Hay mucha inteligencia en nuestro pueblo”.
Intentos de linchamiento contra reporteros, se ha registrado en las puertas del Palacio Virreinal donde sólo impera la voluntad de Andrés Manuel, al que imagino regodeándose en las noches, a solas, con su corona de flores y su collar de yerbas impuestos por quienes le otorgaron el bastón de mando. Como un monarca que disfruta las extensas habitaciones, los finos muebles y las innumerables riquezas artísticas acumuladas en las paredes de tan augusto recinto.
Por eso no quiso ocupar las instalaciones convencionales de Los Pinos, donde gobernaron de Lázaro Cárdenas hasta el anterior Enrique Peña Nieto. Muy modestas, a su modo de ver y recuerden, amigos lectores, que anunció hace tiempo que habitará en los salones del Palacio Colonial y por lo observado, no será en la modesta cama de fierro de Benito Juárez, sino en los lechos de la nobleza española que estuvo a cargo de la gobernación colonial en la Nueva España.
El tema es otro: para entender la gravedad de la amenaza presidencial hay que recordar dos linchamientos, uno de ellos de delincuentes atados en un quiosco pueblerino, el otro de agentes civiles de la policía que investigaban la venta pública de drogas a niños en la delegación Tláhuac.
El jefe de Policía, asustado hasta decir que estaba a punto de sufrir diarreas en los pantalones, nunca llegó a impedir el crimen: los agentes fueron quemados vivos mientras los grababa la televisión y una legisladora perredista se hacía presente pero no para salvarlos, sino para lograr una foto en la que sería la nota principal de todos los medios.
Marcelo Ebrard, el coyón, adujo que nunca pudo llegar y para justificarlo habló del intenso tráfico en la ciudad… sólo que él, igual que los televisos, viajaban en helicóptero. Los enviados de la telera llegaron y se refocilaron con las cintas grabadas que aparecieron esa noche en los noticiarios.
Nunca se buscó a los culpables porque don Peje explicó ambos crímenes bestiales bajo la premisa de que son usos y costumbres del pueblo y al pueblo hay que respetarlo.
Ebrard perdió la chamba para cayó para arriba; agradecido el pejelagarto lo elevó de categoría y de hecho lo proyectó hasta la jefatura de gobierno del Distrito Federal.
Creo que debemos asumir la ominosa advertencia presidencial como un permiso para que los pejelovers cometan cualquier desmán que se les ocurra, siempre y cuando la víctima sea un reportero no grato para el ocupante de la silla ex virreinal. La presidencial no la ocupa, a pesar de haberle hecho una limpia a cargo de sus brujos de cabecera.