Los anexos al acuerdo de salida de la UE que Theresa May y Jean-Claude Juncker anunciaron a bombo y platillo el lunes por la noche no fueron suficientes. El pacto fue rechazado por el Parlamento británico por un aplastante margen de 149 votos, 242 a 391 votos, la cuarta peor derrota sufrida por un primer ministro británico en la historia. Tras una sesión con aires de funeral, el acuerdo de salida y el Gobierno de May parecen estar sentenciados, y Londres se sume en la más completa de las incertidumbres.
La imagen fue, cuanto menos, simbólica. Con un hilillo de voz, y carraspeando sin parar, May intentó defender los anexos a su acuerdo ante los asientos vacíos de su bancada. «Si yo estoy afónica, tendrían que haber escuchado a Juncker», intentó animarse May, mientras los jefes de su grupo parlamentario pedían a sus diputados que fueran a la Cámara a apoyar a la que todavía es su líder.
May intentó defender a la desesperada que los cambios «legalmente vinculantes» permitirían al Reino Unido «suspender» la aplicación de la salvaguarda -que mantendría al Reino Unido dentro de la unión aduanera con la UE y le obligaría a cumplir reglamentos europeos- «si hay mala fe» por parte de Bruselas en las negociaciones posteriores. E insistió en que esta es «la oportunidad de cumplir con el mandato popular» del referéndum. «Si no, el Brexit podría perderse».
Enfrente, el líder de la oposición, Jeremy Corbyn, le reprochó que May no hubiera negociado con ellos un acuerdo que pudiera representar a la mayoría amplia del Parlamento, y que en su lugar hubiera impuesto sus líneas rojas unilateralmente. Y la líder del Partido Verde, Caroline Lucas, se preguntó por qué, si May puede repetir la votación sobre el acuerdo para ver si los diputados han cambiado de opinión en tres meses, no se puede repetir el referéndum para saber si los ciudadanos han cambiado de opinión en tres años.
Pero el debate estaba muerto desde el principio. Desde que esta mañana, el fiscal general, Geoffrey Cox, dejara el acuerdo sentenciado al confirmar que los anexos anunciados anoche no suponían «ningún cambio sustancial» a la salvaguarda para la frontera de Irlanda, el principal escollo al pacto. En consecuencia, los socios de legislatura de May, los unionistas norirlandeses, anunciaron que mantendrían su voto en contra. Y el mismo camino siguieron los radicales ‘brexiteros’ del ERG, una corriente interna del Partido Conservador que prácticamente opera como un grupo parlamentario independiente.
La única duda estaba en cuántos diputados conservadores aceptarían cambiar su voto y respaldar a la primera ministra de forma simbólica. Una veintena de diputados que rechazaron el acuerdo en diciembre fueron anunciando paulatinamente que aceptarían el ‘mal menor’, en parte para reducir la humillación de May. Pero, con las horas, algunos de ellos dieron marcha atrás ante la confirmación de que el acuerdo no tenía visos de prosperar.
Y ahora, ¿qué?
Tras esta derrota, la principal duda está en cuáles serán los próximos pasos del Gobierno. En teoría, los diputados votarán mañana si aceptan una salida sin acuerdo -que seguramente sea rechazada-, y el jueves se votaría una prórroga al plazo de salida.
Fuente: El Economista