Carlos Ferreyra
En los tiempos en los que los cristeros cometían toda suerte de desmanes, atropellos, crímenes y porquerías sin fin, que no fueron obstáculo para que un gentil y amoroso padre de la Iglesia los santificara, había una estampita que les daba la confianza de que su lucha era justa y que el Dios en el que se amparaban los protegería.
En la banda que va colocada en torno al sombrero, badana creo que la nombran, se insertaba un impreso que repartían los curas clandestinos (algunos, los lagartijos de aquellos tiempos los protegían) y que no era sino un simple dibujo de un corazón, eso sí muy sangrón o sangrante como se diga, y una exigencia, ni siquiera un ruego, que decía: ¡Detente bala, el Corazón de Jesús está conmigo!
Como es de suponerse, las balas eran analfabetas, los niveles de educación en el país no alcanzaban plenamente al campo, y los proyectiles se hacían en zonas campiranas, dedicados directa y específicamente para los guerrilleros de Dios que morían, inexplicablemente, sin atender la exigencia divina.
Viene al caso porque informa la Tía Tati, alias Tatiana Clouthier, que el presidente está bajo la mira de asesinos que buscan, entre otros métodos, envenenarlo.
Esfuerzo inútil cuando el Primer Magistrado de la Nación es usuario habitual de fondas changarreras, en las que garantizan fiebres intestinales y otros males de pronta asimilación, y como las aves que cruzan el pantano y no se manchan, así López Obrador transita incólume por estos sitios sin emitir siquiera un mal flato.
A la Tía Tati le ha dado por hacerse presente en los medios, y es que pronto estará a la venta su “opus magnum”, el gran escrito sobre su experiencia como participante en la campaña presidencial de Manuel Andrés López Obrador. Y advierten que ya está en plena camp aña pre presidencial.
Debe ser, sin duda, una asombrosa revelación de la que nos da un adelanto: Beatriz, la también escritora, cantante, ejecutante clásica, filósofa y además mamá, con la Tati durante la campaña colocaban amuletos entre la ropa al candidato. Temían un mal de ojo o algo peor en su contra.
La nota, sin embargo, se las ganó don Peje quien en uno de sus sermones mostró a feligreses, periodistas y ejecutantes de gospel presentes a diario, una estampita con el corazón sangrante y el respectivo lema advirtiendo a todo mal que se aleje del mandatario.
En una de las recientes pláticas con los diaristas, López Obrador hizo una cita de la Biblia, equivocada, pero antes defendió al pastor y propietario del Partido Encuentro Social (PES) y logró que a esa organización no le fuese cancelado el registro al no alcanzar el mínimo que establece la ley en las elecciones.
Todavía candidato, López Obrador manifestó su filiación cristiana, declaró su fe en Cristo y aunque nunca lo dijo, por sabido, dice la voz popular, se calla: es ministro de una secta evangélica, lo que explica su magna recepción en Palacio Nacional a los pastores de ese credo.
Más reciente, en gira por el sureste donde según las estadísticas se ha fincado el poder real de las Iglesias evangelistas en detrimento de la Iglesia católica, en cada mitin, en cada pueblo que pisó el mandatario hizo referencias bíblicas, mencionó párrafos de los apóstoles y del propio Cristo.
Reiteró su anuncio de llegar a una Constitución moral que además de condenar y castigar la falta de honradez, obligue a los mexicanos a expresar y ejercer su amor hacia sus semejantes.
Como intención suena muy noble, como realidad hemos visto la magistral forma en que ha dividido a la nación entre pueblo bueno y fifís. Esto es, entre los biennacidos en la marginación y los abusivos explotadores que malnacieron en pañales de seda.
Algo para meditar y para preocuparse cuando se impongan preceptos religiosos y se decrete la religión única. Y no es temor ni presentimiento: en su reunión con los pastores y luego con los dirigentes del PES, informó que les encargó la distribución de la Cartilla Moral y la creación de la Constitución futura, basada naturalmente en el primer documento, del que anunció que están impresos varios millones, listos para reparto en todo el país.
Curioso, porque antes se negociaba con los legisladores la emisión de leyes y reglamentos. Hoy no, basta con ordenarlo a sus compañeros de militancia religiosa. Y luego, como se ha visto, tronarles lo dedos a los miembros del Congreso que acatarán dóciles las órdenes.
Espero que no llegue al extremo de revivir a la Santa Inquisición; el edificio de Santo Domingo es hermoso pero pueden usarlo para fines más nobles que reprimir a los ateos.
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