Gracias por asomarse a la Ventana…

Cien días no son nada para un gobierno de seis años. Pero si son un indicio de lo que vendrá…

Las buenas o malas decisiones tomadas hasta ahora, como la cancelación del aeropuerto de Texcoco y el avión presidencial o el cierre de Los Pinos; la sustitución del Estado Mayor o la guerra contra los huachicoleros y la corrupción, definen un rumbo irreversible…

Hay decisiones definitivas cuyo efecto se seguirá sintiendo de aquí a mucho tiempo, como haberle cambiado el destino a miles de desempleados en la burocracia o sustituir la Policía Federal por la Guardia Nacional, civil pero militar…

El gobierno no puede ser analizado en su conjunto por las acciones y anuncios de los primeros Cien Días, pero si revela la instalación de un estilo personal de gobernar, entre la prédica y la improvisación…

Lo más notorio es la exhibición cotidiana, en larguísimas conferencias matutinas, donde el presidente se muestra, hiperactivo, tenaz, beligerante, acaparador, populista, dadivoso, proclive a frases cuya oratoria oscila entrte el “me canso ganso”, y el “ya me tienen hasta el copete con la grilla”, estimulado por una aceptación inédita del casi 80 por ciento de la población, es decir, una legitimidad creciente para hacer lo que quiera. Con prisa para construir lo nuevo y demoler lo viejo…

Parecer generoso mantendrá esa popularidad en la medida que cumpla sus promesas…

Hay tiempo…

Apenas van cien días aunque parezcan mil, y el nuevo gobierno ya amarre a los perros con la longaniza de las ilusiones…