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El auge inmobiliario: Carlos Ferreyra

Publicado por
José Cárdenas

Carlos Ferreyra

 

 

El preciso día que se difundió el discurso inaugural de la gobernadora Claudia Sheinbaum, se suscitó un fenómeno que imaginamos sería la tónica del sexenio.

En la Colina del Perro, donde se pretende construir un edificio de más de treinta pisos con plaza comercial, vivienda y oficinas, y que había sido clausurado porque violaba todas las normas de la delegación, hoy alcaldía, apenas al conocerse la llegada del alcalde, Adrián Ruvalcaba, un güerito ególatra que se solaza en mostrar sus músculos empujando tinacos en una subida, fueron retirados los sellos.

O con uniforme de combate, camuflado y un enorme rifle de gran cargador terciado…

En la entrada donde a escasos pasos se encuentra o encontraban los sardos que cuidaban a la familia López Portillo y su hermosísima biblioteca, aparecieron nuevos letreros prohibiendo el paso a quien no portara casco de seguridad, elementos indispensables para trabajadores de la construcción.

Decenas de maistros, albañiles (o alarifes, como los denominan los arquitectos exquisitos) macuarros y la gente que a la hora del almuerzo les ofrece un tentempié, tacos, tortas o un guiso que, por cierto, se antoja, se formaban disciplinadamente hasta desaparecer por la ancha puerta de lámina.

En la carretera a Toluca, donde estaba Pollos Río, la señal para bajar hacia Vistahermosa o Bosques de las Lomas, junto a la Mercedes Benz, tranquilamente colocaron muretes color naranja y se robaron sin ningún problema un carril. Los accidentes fueron varios, pero no conmovieron a nadie.

El obstáculo, que aparecía inesperadamente a los ojos de quienes empezaban a agarrar velocidad sobre la carretera libre, se conservó hasta que supimos que allí están levantando una gran torre que aprovechará la barranca, propiedad de la nación, y se extenderá hasta el fondo.

Y para más inri, donde estaba el cine para automóviles, Coyote era el nombre, también se apropiaron de un carril lateral de la misma carretera. Ya anuncian varias torres para vivienda y oficinas.

Los vecinos de Cuajimalpa, a los que vi oponerse a la construcción del Pabellón Bosques hoy insignia del barrio, y protestar por la construcción de edificios altos, que sin medida ni horizonte pululan en la ex delegación, se organizan y exigen prohibir los nuevos edificios.

¡Ternuritas! En 40 años de morar en la delegación he visto la inutilidad de sus protestas. Los jefes de barrio o como se llamen, llegan a sustanciosos acuerdos con los mandones de la alcaldía y sin más, propician construcciones irregulares en las que los atractivos son albercas, gimnasios y salones de fiestas; canchas de tenis y salas “lúdicas” para los infantes que además tienen juegos en extensos jardines.

Lo que era el paraíso terrenal, con árboles hasta donde la vista se perdía, hoy es un bosque de concreto, edificios que no dejan a la vista ni siquiera el sol, que tapan con sus enormes moles.

Hay calles donde antes había barrancas inclusive con un pequeño arroyito. Hoy parece que juegan a ver quién tapa más a su vecino y desde luego, quien ofrece más facilidades para los automóviles que en determinadas horas –no se necesita calificarlas de “picos”—taponan las calles y convierten en un infierno el tránsito por esa zona.

Lo he comentado antes, lo reitero hoy: dejé de visitar el centro de la capital, donde tenía una oficina, porque en un día cualquiera puedo hacer hasta tres horas de camino. No es broma, lo regular actualmente son de hora y media a dos horas a condición de no coincidir con el horario escolar.

Con mantas desplegadas a lo largo de la barda que había elevado para que no se apreciara lo que hacían los dueños de Toscana, el fraccionamiento de súper lujo que se dice es propiedad de los López Romano y de doña Sasha, la actriz de los exitosos bodrios cabareteros del cine nacional, los vecinos de Cuajimalpa agradecen la nueva suspensión de trabajos de lo que será – no tengo duda de que lograrán amparo o alguna otra patochada legal; siempre hay jueces disponibles—la plaza comercial con el edificio enorme que superará el Altus (foto tomada de feisbook), donde vive el ciudadano israelita que humilla y agrede a los trabajadores nativos. Fue célebre…

Por cierto, el Altus, al que también se opusieron los habitantes de la sufrida demarcación (la provincia en el DF, decía el lema), cuenta con 41 pisos de departamentos con una sola vivienda por nivel sobre 800 metros cuadrados.

Aparte los pisos con servicios, estacionamientos, diversiones varias, en fin, hasta llegar a más de 60 niveles. Y Toscana, los terrenitos de la Sasha y los López Romano, aspiran a superarlo.

carlos_ferreyra_carrasco@hotmail.com

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José Cárdenas