Gracias por asomarse a la Ventana…
A cada rato escuchamos la expresión: “discurso de odio”, pero pocas veces vamos más allá…
El discurso o lenguaje de odio es un arma pavorosa, lenta y letal…
El odio se incuba, germina y estalla, como acabamos de ver con la masacre de Nueva Zelanda o los disparos contra pasajeros de un tranvía en la ciudad holandesa de Utrecht… sin olvidar los diez muertos en el ataque contra estudiantes en Brasil; ejemplos sobran…
Asesinatos preparados metódicamente, fertilizados con venganza, fanatismo y violencia, con afán de notoriedad criminal, sin arrepentimiento, sin ningún origen más allá del odio dispersado sin freno en redes sociales, amplificado por la televisión y la radio…
Cierto, los ataques ocurrían antes de las redes sociales pero ahora son más palpables; están más cerca…
La velocidad de los medios de comunicación, hambrientos de audiencia con la difusión de la cultura de la muerte, fomentan el “Modelo de Comunicación Vampiro”, alimentado, como dice el catedrático Javier Esteinou, con la sangre del escándalo… Ese afán irrefrenable en nada contribuye a encontrar el hilo de la madeja, para rescatar la vida; para no reforzar la muerte…
En democracia, medios y audiencias estamos obligados a parar el discurso de odio; la metrala de “palabras-bala” antes de que los plomos terroristas cumplan su cometido fatal…