Ana Paula Ordorica
El domingo cumple cien días de ser presidente Andrés Manuel López Obrador. Quienes digan que parecen más días, tendrán razón, ya que, en los hechos, AMLO lleva ejerciendo el papel de presidente desde que ganó las elecciones de julio pasado, ante un Enrique Peña Nieto que aventó la toalla y le dejó la chamba al presidente electo.
En estos cien días llama la atención la diferencia que hay entre la opinión pública y la opinión publicada. La pública, como demuestran las encuestas, está entusiasmada con López Obrador. No lo quieren; lo adoran. Y la opinión publicada demuestra casi toda (hay excepciones) más preocupación, rondando en el enojo…hasta el encabronamiento. Esta opinión publicada está acompañada por una minoría de los ciudadanos.
¿Qué entusiasma de AMLO? Sus promesas de quitar pensiones a ex presidentes; de austeridad en el gasto de funcionarios públicos; sus viajes en aviones comerciales; dejar Los Pinos para ‘el pueblo’.
Se entiende que ciertas frases resuenen con sus simpatizantes. Por ejemplo: ¿por qué las calificadoras no dijeron nunca nada sobre la corrupción de Pemex y el gobierno?
La respuesta es sencilla: por qué lo que califican S&P, Moody’s o Fitch es la capacidad de pago de la deuda de empresas y/o gobiernos.
Se entiende que resuene cuando habla de cerrar ProMéxico porque está llena de fifís y solo nosotros tenemos ese tipo de lujos. ¿En dónde está ProFrancia? ¿En dónde ProAlemania?, pregunta el presidente en su mañanera para el deleite de sus admiradores.
Pro Francia se llama Business France; Pro Alemania es el GTAI (Germany Trade and Investment). Pero hay más. España tiene el ICEX (Instituto de Comercio Exterior). Japón tiene JETRO (Japan External Trade Organization); Colombia tiene…Procolombia. Por mencionar algunos de los muchos países que tienen oficinas de promoción del comercio en el extranjero.
¿Qué preocupa? La presidencia en primera persona. Todo, desde la conferencia matutina hasta el último acto del día gira alrededor de Andrés Manuel López Obrador. Si le gusta un proyecto de infraestructura, éste va, porque va. Ahí está el Tren Maya y la refinería de Dos Bocas. Si no le gusta un proyecto, se cancela, como el NAIM o la mina Los Cardones.
Es una presidencia impredecible porque puede decir una cosa un día y cambiar de opinión al siguiente. Fue el caso de la termoeléctrica de la Huexca, a la que nos referimos en este espacio la semana pasada, o el papel del Ejército en los trabajos de seguridad.
Un día regaña AMLO al coordinador de los diputados de Morena, Mario Delgado, por haber aprobado un dictamen con Guardia Nacional con mando civil y, cuando el senado hace lo mismo, manda la señal de que está bien esa Guardia Nacional y que siempre sí puede pasar en senado; diputados y congresos locales. Y como en México se hace lo que diga el dedito de AMLO…
Es una presidencia cuyo motor es la política y no la economía. Bajo esa lógica, quiere que los empresarios nacionales e internacionales inviertan y logren que México crezca al 4 por ciento. Los empresarios le dicen que sí, pero han dejado de invertir porque esta falta de claridad y de institucionalidad no los invita a inyectar sus capitales.
Preocupa pues lo errático y poco congruente de un presidente que es el ‘manda más’. A cien días la situación se antoja complicada, pero la legitimidad de AMLO detiene un deterioro mayor.
¿Qué pasará si AMLO pierde esa legitimidad? Ese es un escenario que, aunque algunos crean positivo para ver si así AMLO empieza a enmendar la plana y a dejar de atacar a los ‘neoliberales’; las OSCs; al pasado; a los órganos autónomos y demás villanos favoritos, será el más complicado para México.
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Apostilla: a la cuenta de cancelar el NAIM hay que agregarle la decisión de la aerolínea Delta de canalizar la inversión que tenía pensada para México a la India. Así lo anunciaron el lunes en Miami, Florida, en el marco de la Reunión Regional de las Americas de la IATA.