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La invención sexenal: Carlos Ferreyra

Publicado por
José Cárdenas

Carlos Ferreyra

 

No soy historiador, por tanto no entraré en análisis o en detalle de cuándo y quién fue el primer presidente del país que dedicó sus nacientes afanes como gobernante a destruir lo que sus antecesores habían intentado. Algunas cosas, por cierto, que significaban avance en el progreso del país.

Digamos que quien rompió con los paradigmas burocráticos fue Lázaro Cárdenas que llegó no sólo a la expropiación petrolera sino al reparto de la pobreza agraria, interpretado así el fraccionamiento absurdo de tierras convirtiéndolas en parcelas de sobrevivencia familiar.

Estuvo atento a la organización de los sindicatos, acierto por donde se vea porque fue la forma de mantener en paz al país, y de poner a los trabajadores en la vía del mejoramiento con negociaciones contractuales revisión periódica de las condiciones de trabajo. Hubo garantías que no existían.

Se equivocó, cierto, en el farragoso tema indigenista. ¿Deben respetarse sus usos, costumbres y formas de organización? Deben los indios integrarse, perdiendo identidad e idioma? ¿Deben mantenerse sin aceptar leyes y culturas ajenas? La discusión sigue, sin que se llegue a criterio alguno.

Para conocer el tema Lázaro Cárdenas aceptó conocer por invitación de Moisés Sáenz, educador y ministro evangelista, a William Towsend, quien se había instalado en México creando el Instituto Lingüístico de Verano, filial de la organización del mismo nombre en  inglés y de los traductores de la Biblia Radclyff. En la foto, Cárdenas y Towsend.

El apoyo a Towsend se tradujo en una biografía del presidente y del respaldo de éste en Estados Unidos explicando en distintos foros la expropiación petrolera.

Hubo aciertos y errores, pero a partir de la candidatura de Manuel Ávila Camacho, la constitución del partido que derivó hasta el PRI y con la cancelación del sector militar, inauguramos la costumbre sexenal de enterrar los buenos propósitos del antecesor en el poder e impedir toda posibilidad de que sean revividos.

Miguel Alemán abrió la etapa civilista y a la vez creó una clase empresarial poderosa, en muchas ocasiones aliada con capitales extranjeros. Abrió México al mundo.

Salta del baúl de los recuerdos José López Portillo, a quien acompañé como reportero de “Unomásuno” cuatro años en giras nacionales, al extranjero, sesiones interminables en Los Pinos, Palacio Nacional y en otras actividades.

Lo conocí con sus frivolidades, sus pasiones y sus virtudes porque aunque muchos que ni siquiera se acercaron al personaje, lo nieguen, tuvo virtudes que su sucesor, Miguel de la Madrid, se dedicó a sepultar.

Dos hechos que pudieron haber cambiado el trompicado futuro de la nación: su intención de construir dos refinerías que exportaran productos petroleros con valor agregado, esto es con mano de obra e insumos nacionales, y la estatización de la banca.

Era casi obvio que los vecinos del norte no permitirían que nos independizáramos en cuestión de energéticos. Impidieron, en complicidad con De la Madrid, que se levantaran las refinerías de las que habían colocado las primeras piedras, pero además entregaron la banca nacional a la banca extranjera.

Recuerdo haberlo publicado: la banca colocó la soberanía financiera en manos de especuladores internacionales. Un caso: el Banco de Comercio del poblano Manuel Espinoza Yglesias, hoy BBVABancomer, salvó de la quiebra a su central hispana luego de reventar la burbuja inmobiliaria en la península. La inyección de capital de México rescató a la institución.

Tuve muy relativa cercanía con don José. Acompañado por Ricardo Augusto Trejo, presidente nacional de los contadores al servicio del Estado, lo visité un par de ocasiones. Nos recibió en su biblioteca cuya belleza era un premio para sus visitantes. Estética y con colecciones perfectamente clasificadas; un deleite tomar un simple café en ese ambiente, repleto de pinturas de autores famosos.

López Portillo murió pobre, me consta, arrimado en la casa de doña Margarita su hermana, que estaba en iguales condiciones.

Ambos vivieron sus últimos días encerrados. Los días de gloria pasaron y el cobro que les hizo el destino fue cruel. La Colina del Perro ahora es set permanente de telenovelas, pasó a propiedad de la viuda, Sasha Montenegro, que heredó la colección de libros, incunables y primeras ediciones.

Hoy, en abierto desafío a las autoridades, prepara la construcción de un monstruoso edificio al que se oponen vecinos y habitantes de zonas aledañas. Y en zona que está prohibido por la ley.

Salinas destruyó lo que nunca construyó De la Madrid mientras que Zedillo desbarató hasta a la Suprema Corte para hacerse de una a su medida y con menos beneficiados del cargo de ministro; lo que sigue lo recordamos bien con Fox inventando al país, Calderón reconstruyendo lo que derivó en matanza generalizada, Peña Nieto y su gabinete de doctores extranjerizantes y hoy, la incertidumbre de no saber hacia dónde va la nación, un misterio que sólo cabe en la cabeza de un hombre, sin contrapesos ni instituciones que garanticen seguridad y balance a los mexicanos. ¡Al Diablo las instituciones! es la divisa.

Pero ya sabemos, los cangrejos en cubeta son nuestra divisa nacional, así que jalemos parejo hacia abajo.

carlos_ferreyra_carrasco@hotmail.com

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José Cárdenas