Carlos Ferreyra
Estoy llegando a la conclusión de que debo alejarme del feisbook, ese sistema perverso que nos induce a meternos en toda suerte de andergues, opinar de cualquier cosa y responder a los mensajes más vulgares, ofensivos y estúpidos posibles, pero colocándonos en el mismo nivel.
A toda opinión que disgusta a los partidarios de AMLO, se suelta una cauda de perversos que insultan, se meten con las familias ajenas, insultan, agreden en todas las formas sucias concebibles con quien se atrevió a expresar una visión personal sobre determinado asunto, pero lo destacable es la fijación de este sector social en la parte oscura de la anatomía del individuo.
Al insoportable “supérenlo”, lo han sustituido por “¿te arde?” al que adjuntan gráficos con dos changos practicando lo que Margarita Zavala calificaría como “actos contra natura”.
Un sujeto de Fresnillo que debe equivaler en pobre al Pito Pérez, y seguramente es el loquito de la localidad local, en versión Xochimilca, además del gráfico con los monos adjunta sus propios dedos extrayendo de un recipiente una cantidad grande lo que dice es vaselina blanca, y recomienda a su interlocutor que la use. Es obvio que el señor sabe de qué habla y al parecer esta fijación de los peje—partidarios significa algo más que una salida en una conversación en la que no pueden razonar sino sencillamente ofender.
Pero cada quién sus gustos y sus aficiones. Fuera de esta fijación, encontramos la parte sucia de los mexicanos racistas y pobres, pero eso sí con afanes arios. Muchos de los defensores de don Peje que se revuelven como cocodrilos en las manos de Tarzán han laborado durante décadas en el sector oficial. Llámenlo como le digan y presuman lo que quieran, nunca antes fueron tan críticos con los que se van aunque no dejaban de lanzar periódicas puyas, cuidadosas y sin lastimar en serio.
Me duele encontrar a un hombre inteligente, agradable en el trato, que advierte a “los fifís” que con tantas marchas se van a poner prietos. Claro, él es blanquito y su mención despectiva a los fifíes es injusta porque gracias a sus empleos oficiales ha logrado darles un alto nivel de educación a sus vástagos. No digo que eso lo calle, pero al menos podría ser más considerado en las críticas contra quienes no coinciden.
Si observamos cuidadosamente los mensajes antisistema (que no lo son porque don Peje no cambiará de sistema, sólo de métodos para administrar al país) vamos a detectar que los más ácidos, los más intransigentes, son de quienes en alguna etapa de su vida trabajaron en el gobierno. El nivel no importa, lo que parece es que como se dice, “no les hizo justicia la Revolución” y ahora dejan salir sus resentimientos.
Hace algún tiempo busqué los temas de interés para los usuarios del Feis. En mi propio interés tropecé con una cantidad incontable de jovencitas semiencueradas que se proponen como amistades, igual chamaquitos con el mismo afán. Y no se atreva el convocado a rechazarlos así, sin más, porque se expone a similar argumentación de la que usan los pejesimpatizantes.
Nada más por dejar constancia, así lo publiqué: “respondí a uno de estos jóvenes atendiendo una supuesta recomendación. Al primer mensaje entendí que el chamaco buscaba vejetes perversos y, por lo mismo, clientes para su comercio personal. O carnal, como quieran. No esperé a averiguar más: lo corté, pero no supe bloquearlo, suficiente para que los siguientes días me atosigara con toda suerte de mensajes dudando de mi varonía o atribuyéndome una pobreza que me imposibilitaba adquirir sus, teóricas, habilidades.
“Por el lado de las damas, sin mayor incidente que alguna acelerada que dijo conocerme y advirtió que revelaría mis horripilantes vicios y defectos. Soy puro, no los tengo, así que no me preocupé y no pasó nada”.
En este espantoso mundo de mensajes, incluyamos esa tonta coincidencia, buscando un hombre honesto, inteligente, íntegro y que pueda organizar una donación multimillonaria en dólares de un esposo muerto en Burkina Faso de un cáncer fulminante, que también sentencia a muerte a su esposa a quien quedan pocos días de vida. Debe encontrar a ese ser puro. Y ése soy yo.
Después de perder el tiempo con los mensajes mencionados, me dediqué a los que envían los eternos opinantes. Las sandeces y los insultos propios del lenguaje cuartelero, decían las buenas familias, sorprenden porque provienen de personas con cierto nivel cultural (se supone) y desde luego una buena posición económica. Sólo así se explica que puedan perder horas conectados a las computadoras, revisando periódicos y leyendo lo que publicamos los que como es mi caso, estamos en la jubilación y fuera de los medios.