Carlos Ferreyra
Me reuní para platicar, así en abstracto, con un querido amigo que tiene grandes ligas con el negocio de las gasolinerías (gasolineras son las despachadoras) y que, como uno de los afectados en esta crisis, tiene los pelos de la burra desde hace varios años.
Aclaro: en uno de los negocios que está a la salida a otra ciudad por autopista, acordó con los empleados que se hará cargo de la alimentación de todos. Simple: los trabajadores para llegar a laborar deben pagar 120 pesos de peaje. El salario que perciben es de cien pesos diarios y desde luego con la disminución de clientela difícilmente sacan los gastos de transportación, por decir lo mínimo.
Platica mi amigo que a pesar de que cuenta con un par de salchichas dobles debe negociar con Pemex para que le vendan el combustible, que en el término de tres horas se acaba… y vuelta a la rueda de la noria, a esperar nuevo surtido y repetir el ciclo de las tres horas.
Por cierto, en este problema como suele ser, nadie pensó en los empleados de las gasolinerías muchos de ellos básicamente dependientes de las propinas, a pesar del salario que es, en cualquier caso, mayor que el mínimo legal. En sentido contrario, los imbéciles que hacen cola durante varias horas para que les vendan cualquier cantidad, enfurecidos se enfrentan con los trabajadores a los que insultan y agreden, culpándolos de un problema del que también son víctimas. O más víctimas que los usuarios.
Mi amigo, que en serio sabe bien lo que afirma, se remonta a viejos tiempos. Fox, los hijastros dedicados a la recolección de PET para molerlo y elaborar artefactos como platos, tazas y no sé qué más. También se les recuerda negociando la adquisición de casa del Infonavit recuperadas por falta de pago o algo similar, las que les fueron adjudicadas al precio de castigo de –puede dudarlo si quiere—tres mil pesos cada una.
Con Fox lograron que Pemex les concesionara el transporte de combustibles, incluso con pipas identificadas con logos de la paraestatal. Simultáneamente se otorgaron licencias similares a otras transportadoras como la que está en manos del hoy secretario de Comunicaciones y Transportes, Javier Jiménez Espriú, flotilla propiedad de su esposa y herencia de su suegro un exdirector general de Pemex.
A partir de entonces empezaron las complicaciones para los clientes de la empresa petrolera que debieron aprender a pagar una gabela a los despachadores que además se reservaban una cierta cantidad del combustible, para su venta digamos huachicoleada.
Cuando se decidió el cierre de los ductos para impedir el saqueo de gasolina, ya estaba listo el proyecto para la transportación vía cisternas. Incluso estaba preparada la logística militar para protección de los transportadores y el surtido especialmente para los importadores extranjeros que han abierto franquicias o expendios propios o asociados con mexicanos.
Interesante en este desorden que la Nahle, secretaria de Energía, le vea la cara de tontito al presidente y lo mande al diablo al no conocer los datos que le piden en una conferencia de prensa, mientras que el director de Pemex, un modesto sembrador de granos se mantiene al margen sin idea de qué es lo que debe hacer y a quién recurrir en este desgarriate.
Lo real es que los beneficiarios principales del nuevo método de distribución, son los dos hermanitos Bribiesca Sahagún, hijos de la Marta, antiguos vendedores de pomadas para curar la sarna a los perros en Celaya y el funcionario citado líneas arriba.
Las erróneas medidas suman cada día millones de pesos. Quizá podamos cuantificarlas en dólares, si consideramos que sólo en un viaje a Nueva York, funcionarios de Hacienda y de la empresa, negociaron la cancelación de contratos de compra de gasolina, lo que significó una penalidad de diez mil millones de dólares a cargo de Pemex, a los que deben sumarse 30 mil dólares diarios de cada uno del medio centenar de barcos varados en costas del Golfo, esperando que les permitan descargar.
El problema, dicen las autoridades, es que están saturados y mientras no se abran los ductos no puede llenarse más los depósitos así que no hay idea de cuándo se resuelva esto que representa un gasto millonario en dólares.
Curioso, pero el gobernador de Guanajuato viajó a Estados Unidos, negoció por su lado y regresó con un tren repleto de gasolina que se entregó a, o están entregando en depósitos de las petroleras extranjeras en el estado. Problema resuelto con el gobierno federal al margen y sin intervención de los niños Bribiesca Sahagún ni de la señora Gutiérrez, esposa de Jiménez Espriú, concesionaria de siempre del transporte de combustible.
En algún momento deberá conocerse la verdad de esta desafortunada y desquiciada intervención del gobierno en el control de daños del huachicol. Con simpleza: si en versión del presidente el 80 por ciento del daño se provocaba desde Pemex, con ventas irregulares, robos dentro de las mismas instalaciones, etcétera, cuál era el objeto de cerrar válvulas por fuera, consideradas como daño menor.
Para los gasolineros hay mucho de manipulación y de interés en beneficiar a los dueños de las pipas que hoy recorren felices el territorio nacional, escoltadas por feroces elementos castrenses armados hasta los dientes –así dicen las novelas de acción—, formando caravanas espectaculares de varios centenares de metros. Y a toda velocidad.
Temo que quedaremos en la oscuridad durante varios años. Pero ya estamos acostumbrados. Paciencia.
carlos_ferreyra_carrasco@hotmail.com