Cuando Javier Duarte se declaró, por estrategia o necesidad, culpable de los delitos que le imputó la entonces PGR, sabía que requería también desaparecer, al menos durante un año y medio, de los reflectores mediáticos nacionales.
El cuestionado ex gobernador de Veracruz sabe que quizá en dos años (o un poco más), podría dejar la cárcel bajo distintos argumentos legales, tomando en cuenta que ya no tiene adversidades políticas tanto en su estado, como en la Federación.
Si bien es cierto Javier Duarte ha ido, por mera lógica y de forma intencional, mediáticamente a la baja, el interés sobre los movimientos de su esposa Karime Macías permanecen latentes, tanto en la opinión pública como en las redacciones del “cuarto poder”.
Dejando de lado la polémica por la condena a Javier Duarte, lo cierto es que fue juzgado, y terminado su tiempo en prisión, logre su defensa reducirlo o no, estará en posibilidades de retornar a la actividad que él decida, incluyendo la política, claro, si así fuera, tendría que ser “tras bambalinas”.
El tema álgido para Duarte es y seguirá siendo su esposa, pues aunque se antoja complicado pueda ser juzgada por algún delito, el escrutinio público lo ha hecho ya, tratándola como culpable, sea o no merecedora de ese repudio. Como sabemos de sobra, las leyes no siempre juzgan similar al “juicio” de las mayorías.
Duarte podrá tener muchos errores, pero al igual que Fidel Herrera en su momento, siempre fue un gran operador de elecciones. El oriundo de Córdoba podría tener influencia en los comicios intermedios en Veracruz, esos mismos donde habrán de renovarse las alcaldías. Ya veremos qué tanto influyen los factores “Javier Duarte” y “Karime Macías”. Estemos pendientes.
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