El movimiento de los chalecos amarillos (en francés: Mouvement des gilets jaunes), también llamado el «gasolinazo», es un movimiento social localizado principalmente en Francia –y extendido a otros países como Bélgica– desde noviembre pasado.
Los «chalecos amarillos» (llamados así por el uso de la indumentaria reflejante obligatoria para los conductores desde 2008), han bloqueado carreteras y han causado caos y congestión en distintas arterias viales.
La manifestación surgió del descontento generado por el aumento de los precios de la gasolina y del diesel, así como de sus impuestos relacionados.
El movimiento de los «chalecos amarillos», que empezó oponiéndose a la subida del impuesto a los combustibles y que ahora refleja una exasperación social más amplia, sacude a Francia desde hace más de dos semanas.
Pese a no tener una ideología definida o líderes visibles, los manifestantes han logrado poner en jaque al gobierno de Emmanuel Macron. Todo comenzó hace dos meses con un video de Facebook.
En un video en Facebook el 18 de octubre pasado, Jacline Mouraud, una desconocida, interpeló al «señor (Emmanuel) Macron» y denunció «la cacería de los conductores».
Este «arrebato» se volvió rápidamente viral. La petición «Para la reducción de los precios del combustible», lanzada en mayo pasado por Priscilla Ludosky, una vendedora de cosméticos, superó en octubre el millón de firmas. Los llamados a bloquear las carreteras se multiplicaron en las redes sociales.
El sábado 17 de noviembre, el primer día de protestas, con cortes en las carreteras y autopistas, congregó a unos 290 mil manifestantes en toda Francia, en una insólita acción organizada al margen de cualquier partido o sindicato. Durante la jornada, una persona falleció y 227 resultaron heridas, siete de ellas graves.
El sábado 24 de noviembre varios miles de manifestantes se opusieron a las fuerzas de seguridad en los Campos Elíseos de París, uno de los lugares más emblemáticos y turísticos de la «Ciudad Luz».
Los enfrentamientos causaron 24 heridos, cinco de ellos entre las fuerzas del orden, y 101 detenidos. Christophe Castaner, ministro del Interior, señaló a los «sediciosos» de la «ultraderecha» como responsables.
Sin embargo, los partidos de la oposición le reprocharon al gobierno haber reducido el movimiento a la violencia sin pensar en las reivindicaciones. Un balance oficial provisional registró más de 106 mil manifestantes en Francia, ocho mil de ellos en París.
«El movimiento de los chalecos amarillos emergió en un momento en el que el sentimiento de injusticia fiscal es particularmente fuerte», explica Alexis Spire, director de investigación del Centro Nacional para la Investigación Científica (CNRS).
«No se cuestiona el impuesto en sí, sino la idea de que no es repartido equitativamente», añade este analista. El CNRS es la institución de investigación más importante en Francia.
Figura en el primer puesto de la clasificación mundial que integra institutos de investigación y universidades con base en su producción científica, en el número de citas y en la colaboración internacional.
Además de protestar contra el alza de los carburantes, las reivindicaciones de los «chalecos amarillos» son diversas. Algunos reclaman que se restablezca un impuesto a los más ricos, otros medidas para aumentar el poder adquisitivo, y los más radicales piden la renuncia de Macron.
A diferencia de eventos anteriores, organizados por sindicatos, este movimiento se lanzó y se desarrolló inicialmente sólo a través de las páginas web, a través de las redes sociales (Facebook, Twitter, Youtube) y otras plataformas.
El martes 27 de noviembre Emmanuel Macron anunció medidas fiscales para los carburantes, de acuerdo a las fluctuaciones de los precios, así como organizar una «gran concertación» a nivel nacional.
Dos figuras de los «chalecos amarillos», Priscilla Ludosky y Eric Drouet, se reunieron con el ministro de la Transición Ecológica, François de Rugy. Tras la entrevista, y poco convencidos, los «chalecos amarillos» hicieron un llamado a una nueva manifestación el sábado 1 de diciembre en los Campos Elíseos.
Ese día la tercera gran jornada de movilizaciones derivó en violentos incidentes en varias ciudades de Francia, sobre todo en París, donde en el Arco del Triunfo y varios barrios acomodados se produjeron escenas de guerrilla urbana. Hubo un tercer muerto por la violencia.
Unos 136 mil manifestantes participaron en las protestas en todo el país, menos que el sábado anterior, que fueron 166 mil. Se registraron unos 263 heridos, y en París se llevaron a cabo 370 detenciones.
A su regreso del G20 en Argentina, Emmanuel Macron convocó el 2 de diciembre a una reunión de crisis en el Palacio del Elíseo. En el periódico Journal du Dimanche, 10 «chalecos amarillos libres», entre ellos Jacline Mouraud, pidieron una «salida de la crisis».
En la ciudad de Marsella una mujer de 80 años sucumbió a las heridas sufridas por el lanzamiento de una bomba de gases lacrimógenos, al margen de los incidentes.
El 3 de diciembre el primer ministro de Francia, Edouard Philippe, recibió a los jefes de los principales partidos políticos. En todo el país continuaron los cortes de carreteras y los bloqueos de los depósitos de combustible, y aparecieron los primeros reportes de escasez del mismo.
Los «chalecos amarillos» llamaron a nuevas manifestaciones para el sábado 8 de diciembre. Impulsado por esta contestación, un movimiento de estudiantes de secundaria contra las reformas en la enseñanza perturba el funcionamiento de 188 liceos en Francia.
El martes 4 Philippe anunció la suspensión, durante seis meses, de la subida de los impuestos a los carburantes y del endurecimiento del control técnico de los automóviles.
También anunció que el gobierno congelará los precios de la luz y el gas «durante el invierno». Añadió que se convocará a una concertación a nivel nacional, en la que participarán organizaciones sindicales y patronales, organizaciones no gubernamentales (ong’s), autoridades locales y diputados.
La oposición y varios «chalecos amarillos» han considerado insuficientes estas medidas. Los chalecos amarillos participaron el pasado 8 de diciembre en el cuarto sábado de protestas, bajo un dispositivo policial «excepcional» formado por 89 mil agentes de las fuerzas de seguridad, ocho mil de ellos en París.
También se desplegaron vehículos blindados en la capital francesa. Ante el peligro de que se repitieran incidentes violentos, gobierno, sindicatos y la mayoría de los partidos de la oposición hicieron varias llamadas a la calma.
El pasado viernes por la noche fueron cerrados museos, monumentos, comercios y numerosas estaciones del metro en el centro de la capital francesa. Hasta el mediodía, las autoridades anunciaron que hubo 700 detenidos por las manifestaciones.